miércoles, 21 de octubre de 2009

El Contrato Capítulo 12


Bien una cosa, hay una parte en árabe, y aclaro que yo no sé ni papa de árabe, así que lo traduje con un traductor, si hay errores, disculpas.

Y ahora una buena noticia: ¡Van a publicarme una novela! Hace tres meses una editorial se puso en contacto conmigo porque leyó éste fic y quería material original, lo envié, y ahora me quieren publicar una de mis novelas, lo que es un sueño hecho realidad ^^. Eso no implica que no vaya a continuar con los fics, ¿ok? Voy a seguir, aunque estoy tremendamente ocupada corrigiendo algunas cosillas y le echo menos tiempo, pero actualizaré cada diez días aproximadamente.

Y ahora sí, a leer.

Disclaimer: Personajes de Roweling, ya sabéis, nada es lucrativo y bla bla bla…

A Lu.


Capítulo doce: Un día menos siete.

Viernes 6.03 a.m. Edimburgo.

Los pasillos eran largos, estrechos y envueltos en absoluta oscuridad. Las paredes estaban desnudas, y lo único que se escuchaba era el goteo incesante de la humedad filtrada por las piedras al caer, formando regueros de agua en el piso. La figura oscura andaba con paso firme, a sabiendas de dónde estaba y a quién iba a ver.

Una enorme araña descendió del techo por su fino hilo semitransparente, posándose en uno de los hombros de la figura con soltura, oculta por una capa azul medianoche. Ésta giró un poco la cabeza para observar al insecto. Medía al menos diez centímetros de largo por cinco de ancho, y era peluda, de color negro con manchas amarillentas en el lomo. Aunque normalmente las arañas poseían ocho ojos, ésta sólo tenía dos de un negro azabache inquietante. La figura encapuchada sonrió.

- Creía que no ibas a venir – su voz era suave, modulada, y le hablaba directamente al insecto. La araña le guiñó uno de sus ojos en respuesta, enseñando a la vez una hilera de dientes amarillentos, semejando a una sonrisa.

- Lo sé. Ya falta menos para el alzamiento. Pronto llegará el momento de reinar como dioses.

La figura encapuchada junto a su nuevo acompañante giró a la izquierda, siguieron recto un poco más y volvió a torcer. En el pasillo que ahora se encontraban no había humedades, y estaba iluminado con antorchas que lanzaban lenguas de fuego verde. La temperatura había descendido varios grados conforme avanzaban, y aunque llevaba una capa bastante gruesa no pudo evitar estremecerse. La araña chasqueó sus pinzas, dejando patente su molestia.

- Aguanta, ya hemos llegado.

Al final del túnel había una puerta de doble hoja en forma de arco. Estaba labrada en madera de cedro, barnizada. A pesar de los años que sabía que tenía no se observaban las típicas cicatrices por el uso en ella. Tallado de forma enrevesada se dibujada el cuerpo de un dragón alado, cuya cabeza era la propia aldaba de la puerta, trabajada en hierro y con dos rubíes imitando sus ojos. El misterioso encapuchado extendió sus brazo, las palmas de las manos hacia arriba y cubiertas de guantes negros. Sin llamar siquiera empujó con fuerza las dos hojas de la puerta y entró en la sala.

Se trataba de un salón medieval. La estancia era redonda, amplia, y permanecía iluminada gracias al hogar de la chimenea. Los muebles eran escasos. Sólo había una mesa en un lateral, varias sillas y un sofá enfrente de la chimenea. Y allí, sentado entre almohadones descansaba tranquilamente Lucius Malfoy.

La figura encapuchada no le saludó ni le hizo el menor caso, sino que observó un poco en derredor, deteniéndose en los cuadros y tapices que descansaban en el piso y de espaldas a ellos. Todos estaban destrozados.

- ¿Qué ha pasado con mis cuadros? – exigió saber el recién llegado, temblando de furia contenida. La araña, mientras tanto, se había deslizado hacia el rincón más alejado, temiendo ser objetivo de su ira.

- Por si no lo recuerdas, los lienzos mágicos se pueden mover libremente, y no queremos que ningún imprevisto enturbie nuestro plan – Lucius Malfoy habló de cara al hogar, sin volverse un ápice y con la voz templada, serena. La araña tuvo la sensación de que aquella tranquilidad no auguraba nada bueno.

- ¡Lucius, estas pinturas tenían siglos de antigüedad! ¡No puedes deshacerte de ellas sin mi permiso! – se escandalizó la figura, posicionándose enfrente del mago – Podrías haberlas llevado a otros aposentos, destrozarlas de este modo fue algo...

- Necesario – le interrumpió el mago. Esta vez sus ojos se alzaron, mirando fijamente al recién llegado, todavía oculto bajo la capucha.

Lucius no tenía dudas de quién se escondía tras esa capa azul, ni tampoco de quién exactamente era la araña que ahora trotaba con saltitos cortos por una de las patas del sofá hasta llegar al reposabrazo, dónde chasqueó sus peludas pinzas y se quedó mirando a Lucius y la figura a la espectativa de los acontecimientos.

El misterioso visitante suspiró, dando a entender que ya no se podía hacer nada por evitar el desastre. Era mejor no enfadar a Malfoy, se dijo, sobretodo a tan pocas horas del gran golpe. Se rascó la nariz con una mao enguantada, gesto que siempre repetía cuando algo no encajaba en sus planes y debía hacerle un hueco forzosamente.

- Intenta para la próxima vez informarme antes de hacer... remodelaciones en mis propiedades - le advirtió, con un leve tono de autoridad - Eres un invitado y no puedes tomarte tantos privilegios, ¿y si sospechan que estás aquí? ¿Y si viene...?

- Lo recordaré para la próxima vez - le aseguró de forma abrupta Lucius, haciendo gestos exagerando con la mano para restarle importancia - No quería importunarte. Te agradezco tu comprensión respecto a los cuadros, a pesar de que mi decisión no fuese la adecuada.

Al instante los hombros del encapuchado se relajaron, y Lucius Malfoy sonrió interiomente, observando cómo el misterioso visitante se acercaba a la araña para acariciarle el regordete lomo, provocando que los pelos se erizaran a su contacto. Sabía que funcionaría, se dijo, sus ojos fijos en la extraña pareja que hacía ese animal y su invitado. La adulación, el halago, eso mínimos detalles casi extintos en el mundo que a la hora de la verdad marcaban unas diferencias tan abismales cuando estaba en juego un asunto importante, como en esta ocasión. Los países se conquistaron con palabras lisonjeras susurradas al oído antes de escupir el veneno, le decía su padre cuando era pequeño. Lucius había aprendido rápidamente la lección.

- ¿Y bien? - preguntó, jugueteando con su varita nueva. Era algo más larga y gruesa que la suya, pero en la situación que estaban no podía hacerle ascos. - ¿Está todo listo?

- Todo en orden - contestó la figura, desprendiéndose de los guantes. Luego sacó unas botellas de debajo de la capa y se las entregó a Lucius. Éste las movió un poco entre sus manos, deteniéndose a observar si el color fangoso y la textura a simple vista eran los adecuados - Nadie ha sospechado de nosotros, tal y como teníamos previsto.

- ¿Seguro?

- ¿Por quién nos tomas? - se defendió el misterioso encapuchado, alzando un poco la voz con orgullo - Cuando digo que está controlado, no debes dudar de mí: Recuerda que fuimos hasta Azkaban y te sacamos.

- Con un alto número de bajas y no menos ruidoso plan. Admite que no fuisteis lo estrictamente cuidadosos.

- Nadie nos descubrió.

- Por ahora - recalcó Lucius, devolviéndole las botellitas al misterioso visitante - Si una de los ingredientes no fue mezclado tal y como se especifica en el libro... - dejó el resto en el aire, complacido al ver cómo la araña y la figura se removían inquietos - Esto es importante. Tiene que salir bien.

- Y así será. Mañana en el partido de quidditch ellos morirán, y volveremos a alzarnos pronto con el poder.

- Pronto - reptió Lucius, con un asentimiento grave.

La araña chasqueó sus pinzas, de acuerdo con el grupo.

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Viernes 8:11 a.m Mansión Malfoy.

PVO Hermione.

- ¡Tiny, tienes que hacer algo!

- Eso intento, ama - se excusó la elfa con su voz chillona, poniendo más empeño en su quehacer. Cuando noté un tirón en el cuero cabelludo gemí inconscientemente - Pero la señorita Jean tiene un pelo algo... extraño, ama, si me permite el atrevimiento.

- Nada que no pueda solucionarse con una buena mascarilla hidratante - espetó Narcisa, pero cuando vio que el cepillo con el que Tiny me cepillaba primorosamente se quedó trabado entre aquella jauría castaña, añadió apesadumbrada - Bueno, quizá debamos recurrir a solucionas más drásticas. Tiny, ve y prepara el desayuno.

- El ama es sabia - le lisonjeó la elfa, antes de desaparecerse de la habitación con un sonoro Crack.

Narcisa Malfoy me miró a través del espejo, su rostro afilado desencajado, reflejando contrariedad. Vestía una sencilla túnica rosa palído a juego con las peinetas plateadas que recogían su cabello en la nuca con maestría y elegancia. Sus manos, con la alianza de matrimonio en el dedo anular, permanecían hundidas en sus caderas, la boca se torcía en un gesto obstinado, parecido al de Pansy cuando algo no sale como había previsto.

- Jean, querida, no quiero que ésto te desanime, pero... - ladeó un poco la cabeza, calibrando si lo que iba a decirme iba acausarme un serio trauma. Al parecer, pensó que no iba a seri así, porque suspiró y añadió - Niña, tienes un pelo horrible. No sé quién te aconsejó usar tanta poción alisadora, pero fue un error.

- Lo sé - contesté, hundiéndome en mi asiento frente a la coqueta. Entrelacé uno de mis mechones entre los dedos, que ahora estaba tieso y sin vida alguna. Era tan horrible como la melena grasienta de Snape - Señora Malfoy, usted ya hizo bastante. Puedo ir más avanzada la mañana y comprar una poción nutritiva en el Callejón Diagon. No tengo inconveniente.

- ¿Y vas a ir de compras con un cepillo incrustado en la nuca? - movió la cabeza, esta vez con un atisbo de sonrisa en sus labios - No puedo permitírtelo. Además, me hace ilusión rizarte esa peluca rebelde que tienes por cabello.- me palmeó el hombro, volviendo a su alegría inicial - Venga, mientras pienso en algo, vamos a buscarte un conjunto para tu noche con Draco.

Ahogué un bostezo como pude y la seguí por el largo pasillo, aún en pijama y con la bata sin cerrar. Los párpados se me cerraban solos, e iba tropezando con las estatuas de estilo griego que adornaban los largos corredores sin oponer resistencia. Incluso una mujer regordeta y cincuentona, que cabalgaba a lomos de un corcel de lienzo en lienzo, tuvo que gritarme para que no acabara estampada en una de las columnas de mármol rosado del pasillo.

- Lo siento - me disculpé avergonzada, trotando en pos de la figura de Narcissa Malfoy.

Me hizo entrar en una habitación que se iba iluminando con los rimeros rayos de sol lentamente, dejando atrás ese gris feo y sucio que siempre coronaba el cielo inglés cuando amanecía. Era una estancia espaciosa, llena de armarios empotrados de enormes puertas forradas con espejos y unos cubículos al fondo. Los enormes ventanales estaban descubiertos, sin cortinas, y se podía vislumbrar el jardín trasero de la casa, con sus sauces llorones y el estanque al fondo, lleno de peces multicolores y nenúfares. Había sofás en el centro de la habitación, junto a unas mesitas de café decoradas con floreros que combinaban con elegancia. Abrió una de las hojas correderas del armario, sacando varias perchas con prendas de vestir envueltas en fundas y con etiquetas colgando. Narcissa echaba un rápido vistazo al interior bajando las cremalleras y, si lo que veía le gustaba, lo cogía de inmediato.

- Son trajes que yo usé en mi juventud - me dijo, mientras acomodaba las perchas en su mano derecha a medida que las iba eligiendo - Algunos están pasados de moda, pero otros todavía se llevan - se volvió hacia mí, toda sonrisa y amabilidad - Me gustaría que ésta noche vistieras uno, ¿qué te parece?

- Eso es muy gentil por su parte, señora Malfoy, pero no creo que me quedaran tan bien como a usted.

- ¡Tonterías! - exclamó ella, arrugando su nariz respingona - Tienes un cuerpo estupendo, te irán perfectos.

Desde que Malfoy le había anunciado ayer en el almuerzo que hoy íbamos a salir, Narcisa estaba tan entusiasmada como aquel día que a mi padre le tocaron quince mil libras en la lotería. Había dado instrucciones a los elfos para que fueran a comprar cremas antiojeras, maquillaje, y perfumes a su tienda habitual en Dover. Era lo que ella llamaba "arsenal de emergencias". Me hizo tomar el té en la biblioteca, dónde me hizo entrega de un manual antiguo de cómo debía comportarse una dama de sociedad para que lo leyera e incluso se tomó el atrevimiento de inspeccionar mi guardarropa, santiguándose después de haberme probado mi traje de chaqueta color camel, que solía llevar para las citas con altos cargos del Ministerio.

- Tu modista debería cortarse las manos - me aseguró, y juro que escuché sus dientes rechinar de indignación.

Pese a que estuve abrumada por el giro de los acontecimientos y sobretodo por el entusiasmo despertado en Narcisa, era una situación gratificante. Después de la Gran Guerra, mis padres habían permanecido en Australia, sin desear un regreso a ese Londres moderno y neblinoso que les esperaba. Camberra, según decían, era un lugar idóneo para asentarse: No llegaba a ser tan cosmopolita como Londres, pero cumplía con las espectativas en cuanto a clima-nada de humedad a la vista- y nivel de vida. Además, a ellos la clínica que compartían en una de sus calles principales les iba bastante bien, tanto, que lograron ahorrar lo suficiente como para comprar una enorme casa de seis habitaciones con jardín y piscina en uno de los barrios residenciales más exclusivos de la ciudad. Sinceramente, con esos credenciales era difícil que desearan regresar a su aburrida vida en la capital inglesa.

Aún así, no voy a ser tan hipócrita como para negar que no me molestó. Mi idea era que ellos permanecieran en Australia con la mente borrada hasta que yo pudiera ir a buscarles, y hacerles regresar a la normalidad. Ni por un segundo se me pasó por la cabeza que a mis padres les agradara el cambio. Ellos me insistieron para que no fuera a Hogwarts en mi último año -quería hacer séptimo a pesar de que ninguno de mis amigos no estarían en la escuela- y que buscara un puesto en el Ministerio de Magia australiano, los cuales parecían ansiosos de que aceptara la vacante como secretaria que me ofrecían.

Camberra no era mi hogar. Allí no estaba Harry, ni Ron, que por entonces era mi novio; tampoco Ginny o Luna, con las que me unía una estrecha amistad desde la batalla en la escuela. Yo quería que mis padres fuesen felices, pero sin renunciar a mi vida y ambiciones, así que opté por la solución que me pareció correcta en ese momento: Decidimos que cursaría mi último año en Hogwarts, y que al terminar me darían todo el verano para buscar un trabajo en Inglaterra. Si mi búsqueda no ofrecía resultados, iría a vivir a Camberra y aceptaría el puesto vacante de secretaria.

Ese fue el comienzo del mapa de mi vida. Tenía dieciocho años y estaba sola en Londres. Echaba de menos a mis padres, al menos al principio, pero el trabajo me ayudaba a paliar la soledad hasta que llegaban las vacaciones e iba de visita a Camberra. No había pensado de nuevo en lo que sería tener a mis padres cerca hasta que llegué el domingo a casa de los Malfoy. Narcisa me había recibido con los brazos abiertos, y volcaba en mí todo el cariño que sin duda le hubiera ofrecido a su propia hija o a Malfoy, si no fuese tan idiota. Cierto es que la casa me incomodaba, pero Narcisa Malfoy no tenía nada que ver con aquello, en cierto modo, y estaba más que dispuesta a borrar todo atisbo de tristeza en mí. Por eso me gustaba su compañía. Ella ocupaba el lugar de una buena amiga, y en un tanto por ciento elevado el de mi madre ausente.

- ¿En qué piensas? - me preguntó de repente, y salí sin querer de mi ensimismamiento. Le ofrecí una mirada de disculpas - No estarás nerviosa por tu salida con Draco, ¿verdad?

- Para nada.

¿Cómo que para nada? ¡Su sola mención me hace entrar en pánico!

- Todo irá bien, ya lo verás - me aseguró Narcissa con intención de reconfortarme, pero la verdad es que no daba resultados, al menos inmediatos.

No había pensado en Draco Malfoy desde anoche a solas en mi habitación. Como era costumbre en él, no me dirigió la palabra más de lo imprescindible por el resto del día, y Narcisa había estado tan entusiasmada el jueves por la tarde que apenas había tenido tiempo de encajar la situación. Por eso, cuando me fui a la cama, toda la congoja y las dudas se unieron en mi pecho, ahogándome como la peor de las sogas. Lo primero que pensé fue en mis amigas, en qué pensarían si les hiciera partícipe de la situación. Por supuesto, Pansy habría adoptado una actitud provocadora sugiriéndome un vestido que enseñara mucho y ocultara poco; también me habría ofrecido un cigarrillo, eso fijo. Pero, ¿y Ginny? ¿Y Luna? Y entonces me vino un flash, una foto instantánea de un rostro ovalado que expresaba su desacuerdo con la cita; una figura pequeña de cabellos negros y mirada fría. Oh. Dios. Mío. Me había olvidado de ella.

- ¡Astoria!

- ¿Astoria? - escuché repetir a Narcissa, confundida - ¿Qué tiene que ver Astoria? ¿Y cómo es que la conoces?

Fue demasiado tarde cuando me di cuenta de mi error. Mordí mis labios con inquietud, intentando encontrar una solución antes de que Malfoy hiciera carne picada de una humilde servidora. Ella esperaba una respuesta convincente, sus ojos no se apartaban de los míos, escrutadores de cada uno de mis gestos. Desvié la mirada, un tanto atolondrada por mi estupidez.

- Yo... Pansy me habló de ella - se me ocurrió, y vi al instante el rostro de Narcissa relajándose por el rabillo del ojo. Casi chillé de alegría. Aquello era una posibilidad bastante acertada, dada que en teoría era su prima - Comentaba en una de sus cartas que están comprometidos.

- Ah, eso - No me pasó desapercibida la mirada sombría que se cruzó por su rostro.

Narcissa se encogió de hombros, dándose la vuelta para continuar con sus búsqueda del "traje perfecto" y sin dar más explicaciones, pero yo quería saber más sobre el tema, indagar qué ocultaba exactamente.

- ¿No le cae bien Astoria? - le pregunté, antes de que pudiera contener mi lengua.

Narcisa se puso rígida, y suspiró. Dejando las perchas a un lado amontonadas, tomó asiento en uno de los sofás, haciéndome un gesto para que me uniera a ella. Luego permaneció en silencio al menos cinco minutos, con la mirada perdida en la lejanía a través de los ventanales. Finalmente habló:

- Astoria Greengrass es todo lo que una madre sueña para su hijo: Guapa, inteligente, con una posición envidiable dentro del mundo mágico... - ella volvió su rostro hacia mí, y vi ternura en aquellos ojos azules y su sonrisa torcida - No tengo nada en contra de Astoria, siempre se ha portado correctamente conmigo, y sé que desea a Draco.

- ¿Entonces? -pregunté, indecisa -¿Dónde está el problema?

Narcisa acentuó su sonrisa aún más.

- En que una pareja no vive del deseo, querida Jean, sino del amor profundo y fiel profesado por ambas partes. También debe haber deseo, por supuesto, y pasión, odio, alegría y tristeza. La imperfección es el sabio camino hacia lo casi perfecto - alargó una de sus manos, y sentí el tacto suave y frío cuando la entrelazó con la mía - Astoria le desea como una colegiala, como ese primer novio que parece durar toda la vida hasta que desaparece en un suspiro. Pero eso no es amor, Jean, no lo es en absoluto, y es ahí dónde radica el problema. ¿y si nunca lo ama? ¿y si Draco es infeliz por el resto de su vida?

- Tal vez el deseo de paso a algo más, ¿no cree? - aventuré, dándole un apretón. Ella lo aceptó de buena gana. Estuvo meditando mis palabras unos segundos, luego negó con su cabeza.

- Yo me enamoré de mi marido cuando tenía veinte años - hizo una pausa, casi le costaba pronunciar las palabras. La verdad, es que no era un problema imaginarla con esa edad, lo imposible era recrear a Lucius Malfoy como un jovenzuelo arrogante. Como no tenía referencias, intenté ponerle el rostro de su hijo - Fue en un baile de máscaras.

Él estaba bailando con Mía Stravolos, una bruja que acababa de terminar sus estudios en Durmstrang y pensaba afincarse en Inglaterra. Lucius me había perseguido durante semanas, pidiéndome una y otra vez que asistiera como su pareja a ese dichoso baile. Siempre le daba una negativa por respuesta. Mi hermana Bellatrix me tachaba de loca, mientras que Andrómeda, mi otra hermana, me decía que estaba más cuerda que nunca. La verdad es que Lucius Malfoy no entraba en mi lista de hombres ideales en absoluto. Pero cuando lo vi allí, bailando con Mía, algo en mi interior se removió. Me dije: "Pero, Narcisa, ¡es Lucius Malfoy, ese tipejo egoísta que continuamente se pavonea delante de sus amigos porque conserva una reliquia del mismísimo Merlín!". Sin embargo, yo estaba enfadada, enfadada porque él no me prestaba atención, porque sus ojos permanecían fijos en Mía Stravolos. Así que me dirigí a él con paso decidido, aparté a Mía de un manotazo, y le estampé un sonoro bofetón en la cara.

- Eso me hubiese encantado verlo - admití, devolviéndole la sonrisa que ella me ofrecía.

- Oh, sí, Lucius estaba consternado por mi ira, pero ¿sabes qué hizo? Se echó a reír. Yo le pregunté, roja de rabia, que a qué venía esa reacción, y él me respondió: "A que por fin has decidido amarme, Narcisa Black" y entonces me besó, ¡delante de todos, allí mismo! Fue mi primer beso. Dos días más tarde, estábamos comprometidos.

- Es una historia bonita - le dije. Claro que me guardé para mí el hecho de que me había negado a dibujar el rostro de Lucius en ese chico que ella describía con devoción.

- Sí que lo es - convino ella, su mirada volvía a estar perdida más allá de los ventanales - De pequeño, Draco me pedía que le contara ésta historia para quedarse dormido. Me decía que, algún día, él también encontraría a una chica que le abofeteara antes de caer rendida a sus pies - chasqueó la lengua, y cuando se giró tenía una mueca burlona bailándole en la comisura - El caso es que en tercero, en vacaciones, vino muy malhumorado de Hogwarts. Le pregunté qué le ocurría, pero estuvo esquivando responderme durante semanas, hasta que finalmente, una tarde de agosto sin venir a cuento me lo confesó: "Madre, una chica me ha golpeado. Se llama Hermione Granger, es de Griffyndor, amiga de Harry Potter y para más señas, una sangre sucia".

Juro por mi tesis sobre la liberación de los elfos domésticos, que no podía decir o hacer nada. Permanecí muda, estáticamente sentada al lado de Narcisa Malfoy, mientras ella me miraba a través de sus ojos azules, estudiando mi reacción. Supongo que llegó a la conclusión de que su relato me estaba encantando. Se incorporó del sofá paseando la mirada alrededor de la habitación. Cruzó sus brazos antes de continuar el relato:

- Aún puedo ver con nitidez en mi mente su rostro desencajado, esos ojos grises despidiendo desprecio, un odio infinito hacia la chica, el ceño totalmente fruncido por su furia interna. Lo analicé detenidamente, palmo a palmo, desconcertada, y asustada - su rostro se reflejaba en los espejos, mirándome -. Le di un consejo, uno sólo, y era que no se relacionase con esa chica, con esa sangresucia. Él asintió con firmeza y se marchó, dejándome sola. Draco nunca lo supo, y creo que nunca se dio cuenta de que tenía miedo.

- Miedo - repetí en susurros la palabra, para grabármela a fuego en la cabeza.

- Sabes que los sangresucia no son bien vistos, y aunque a mí nunca me incomodó eso de la misma forma que a Lucius, supe que era de vital importancia que Draco no se viera involucrado con magos y brujas de padres muggles, porque sería su perdición, al igual que lo fue de mi hermana, Andrómeda. Ella se casó con un muggle, y mis padres la desheredaron al instante de desafiarles. No he vuelto a saber de ella desde entonces. - Pues perdió a su marido y su hija en la guerra, me dieron ganas de decirle, pero me contuve. Sus ojos estaban vacios, casi sin vida, sumidos en el recuerdo de lo lejano - Sin embargo, aunque eso me preocupaba, no era mi peor temor.

- ¿Ah, no? - pregunté escéptica, y ella captó mis ojos, seria de repente.

- Lo que realmente me hizo temblar en ese entonces, Jean, fue el hecho de que cuando Draco me contaba que lo había golpeado Hermione Granger, su mirada, su voz, incluso sus gestos fueron exactamente los mismos que los míos en aquella noche lejana frente a Lucius. Draco tenía trece años y era joven, pero yo lo supe al instante: Él la necesitaba.

Estaba sudando, un sudor frío que me recorría la espalda, en camino descendente por toda mi columna vertebral. Temblaba. Tenía ganas de salir corriendo, de huir. No quería seguir escuchando, una parte de mí despreciaba esa historia, pero quería saber, quería, por mucho que me negara a admitirlo.

- Eso no tiene nada que ver con Astoria y él - le espeté, de un modo tan abrupto que incluso a mí me sonó grosero.

- Por supuesto que tiene que ver con Astoria - me aseguró Narcisa, frunciendo lentamente la frente - Yo siempre he deseado que otra mujer apareciera en la vida de Draco, y ver de nuevo esa mirada que él tenía al mencionar a Hermione Granger. Por eso, cuando Draco me anunció su compromiso con Astoria, estaba feliz, pero a la vez triste, porque esa mirada de pasión desafiante, altanera y orgullosa no se encontraban en esos ojos que se clavaban en los míos de forma fría y serena. Astoria no le aporta nada a mi hijo, porque ella no es, simplemente, como Hermione Granger.

Permanecimos en silencio, ambas evaluándonos, pensando, meditando. Casi sentí mi voz temblar antes de escupir la pregunta.

- ¿Piensa que su hijo está enamorado de Hermione Granger?

Narcisa Malfoy, para mi completo y mudo asombro, se echó a reír. Una risa suave, cantarina, como de campanillas de crital entrechocando.

- No, Draco no está enamorado de Hermione Granger, pero necesita a alguien como Hermione Granger - luego abrió la cremallera de una de las fundas, sacando un par de vestidos vaporosos - ¿Negro o verde?

Parpadeé un segundo, antes de incorprarme de mi asiento y coger el vestido verde. Narcisa ayudó a desvestirme, ya que mis manos temblaban irremediablemente.

- Estás pálida, Jean, ¿quieres que dejemos esto para más tarde?

- Me encuentro perfectamente, Señora Malfoy, no se preocupe. - le respondí, aunque en mi fuero interno sabía que mentía como una bellaca. Pasé por su lado para dejar mi ropa en el sofá, y justo entonces noté un tirón fuerte en la nuca - ¡Ay!

Al darme la vuelta, ella tenía en su mano el cepillo que antes estaba en mi pelo con un mechón de cabello en él.

- Te llevabas esto - me dijo, balanceando el cepillo entre sus manos. No le contesté. Simplemente me deshice de mi camisola y empecé a abrocharme los botones del primer vestido, sin saber exactamente qué hacía.

Narcisa Malfoy creía que su hijo necesitaba a una Hermione Granger, no específicamente a ella.

Pero ¿y si fuera Hermione Granger la que necesitara a Draco Malfoy?

*****************

Viernes 09:34 a.m. Mansión Malfoy

PVO Draco.

Las malas noticias siempre llegan temprano.

Me había desvelado al alba, justo cuando mi madre entró dando gritos y órdenes al dormitorio de Granger para hacerla partícipe de un día de "ensueño" femenino lleno de cremas, masajes, peluquería y mil factores que toda mujer ansía experimentar al menos una vez en su vida. Hermione Granger no es así. Para cualquier persona con un mínimo de inteligencia, es más que perceptible que su sentido de la moda es... ¿cómo definirlo con suavidad? Nulo, así como que por muchas energías que madre gastara en hacerla ver decente, no llegaría ni a pasable. Crear de la Rata de Biblioteca a una mujer hecha y derecha equivalía a mover el Everest con un dedo: Muy romántico pero técnicamente imposible.

Pero es complicado hacer desistir a mi madre cuando algo se le cruza por la cabeza. Recuerdo una vez que quiso vestirme con una túnica de estilo gótico, llena de chorreras y encajes por todos lados. Yo contaba quince años y juré por mi escoba que jamás iría a la cena con los MacNair disfrazado de vampiro. Mi madre no dijo nada, y se retiró llevándose la túnica. Creo que ese fue mi error: Pensar que había ganado la guerra, cuando simplemente logré la victoria en una batalla. Cuando llegó el momento de ir a vestirme, encontré que todas mis túnicas habían desaparecido de mi armario. Todas, salvo la que mi madre deseaba que llevara.

Os podéis imaginar el resto.

Me arrebujé en las sábanas, cogiendo una de las almohadas para ocultar mi rostro con el fin de no seguir escuchando los quejidos de Granger y el positivismo de Narcisa respecto a su cabello. Pobre madre, no sabía lo que le esperaba. Tras una hora de incesante parloteo, se hizo el silencio. Me estiré, esta vez relajado y bien dispuesto a conciliar de nuevo el sueño, pero un sonoro picoteo en una de las ventanas me lo impidió.

Se trataba de un halcón. Su lomo coloreado en tonos marrones, blanco y dorado que aleteaba tras los cristales con un sobre lacrado sujeto a una de sus patas. El estómago me dio un vuelco nada más fijarme en sus ojos ambarinos, como anunciando un mal presagio. Sólo una persona usaría ese tipo de ave para un recado, y no era precisamente halagüeño que tras tantos años de ausencia, apareciera de nuevo en mi vida. No ahora, no después de lo ocurrido.

Me incorporé lentamente de la cama y me restregué los ojos, esperanzado en que fuera fruto de mi imaginación. Banal esperanza, el maldito animal seguía allí, esperando permitirle entrar. Finalmente, con manos temblorosas, hice un click en el cerrojo de la ventana y la abrí de par en par. El halcón soltó un quejido lastimero cuando se posó en el escritorio, dejando claro que no estaba acostumbrado a mi descortesía. Abrí el primer cajón a tientas, cogiendo del fondo de papeles y libros una bolsa repleta de galletas saladas, todo ello sin dejar de observar al animal. Una vez se la di y le permití picotearme el dedo como amonestación por la larga espera –el bastardo incluso se tomó la osadía de hacerme una herida-, abrí con reticencia la carta y empecé a leer:

لا بد ان نتكلم, فان من المهم.

ونحن نرى فى منتصف الليل فى دبلن. غير اننى ,

وانا الانجاز سيكون على تكنولوجيا المعلومات.

لقد ارست الانجاز اقل.

الف

No reconocí su letra, pero sí el aroma característico que desde hace años intentaba olvidar. Me llevé el papel a la nariz, olisqueando: Fuego, madera, azafrán, canela y miel. Dulce y picante, qué mezcla tan extraña, y qué bien la definían. Al pasar los dedos distraídamente por el interior del sobre, unos granos finos de un rojo intenso se me quedaron pegados en las yemas, como si me dijeran lo que me esperaba. Sonreí con añoranza, recordando las noches que había vivido entre aquellas dunas de arena roja, con las estrellas observándonos allá arriba, testigos mudos de nosotros, simples mortales. El desierto del Tassili.

Habían pasado ocho años desde la última vez que estuve allí, que la vi a ella, un sueño de adolescente enamorado y como siempre engañado. Aún podía escuchar su risa, dibujar sus ojos negros en mi mente tras el velo semitransparente; y ese cabello sedoso, azabache, que una vez yo cepillé con fervor, cuando no conocía la palabra desengaño. En años ni una palabra, ¿por qué, entonces, aparecía en estos momentos? Debía ser algo importante si quería contactarme.

Hice una bola con la carta y la lancé al aire. Minutos después la hice arder con un fuego mágico frente a mis ojos, convirtiéndose en cenizas, dejando el aroma a canela y miel esparcido por la habitación. Pude releer de nuevo el texto en mi mente, y el nudo de mi estómago se intensificó:

Tenemos que hablar, es importante.

Nos vemos a medianoche en Dublín.

No me busques, yo te encontraré a ti.

Te he echado de menos.

A.

Tenía una cita en Dublín.

************

Viernes 17:15 p.m.

Londres.

Ambos miraban el póster expuesto en la calle central, intentando analizar cada uno de los rasgos del hombre. Finalmente, soltó su sentencia:

- Es gay.

- No, no lo es. Está casado, tiene hijos, ¡no puede ser gay!

- Quizá es un gay reprimido.

- Pero ¡qué dices! ¿Tú lo has visto? Exuda masculinidad – apartó sus ojos del cartel, un tanto molesta – Creo que tu ego no soporta que Jack Sparrow, y más concretamente Johnny Depp, ocupe el corazón del noventa por ciento de las féminas.

- Entonces el diez por ciento restantes son las mujeres que conservan la coherencia.

- No. Son el tanto equivalente a las brujas que no saben ni una pizca de actores muggle.

Nott se removió inquieto, volviendo a analizar el cartel de la película Piratas del Caribe. Luna Lovegood lo había convencido para ir a verla, alegando que tenía un par de entradas compradas desde hacía un mes, y aunque había pensado el ir con Pansy, dada la situación actual no le quedaba otra que ir al cine con él.

- Considéralo una no-cita – argumentó ella, mientras balanceaba las entradas frente a él, esperando una respuesta.

- Una no-cita – sentenció Theo, a la vez que se hacía con los tickets y los guardaba en el bolsillo trasero de sus vaqueros.

Sinceramente, pensó, ¿qué le veían a ese Jack Sparrow? Llevaba los ojos pintados, una mueca divertida en sus rasgos, barba trenzada y una melena descuidada. Lovegood ya le había advertido que era sólo un disfraz, pero cuando ella le enseñó fotos del actor, a él le pareció que tampoco cambiaba tanto su aspecto de chico rebelde y pobretón. ¿Sería que ahora las mujeres veían a los vagabundos como un tipo ideal de hombre? Cuando captó el rostro soñador de Luna observando a Depp, obtuvo rápidamente la respuesta.

- Es guapísimo…

- Un monumento…

- Lovegood, creo que se me están quitando las ganas de ver una película de éste tío.

Theodore Nott frunció el ceño, girándose para encarar a las dos jovencitas que a sus espaldas suspiraban a la vez que Luna se alimentaba visualmente de ese hombre que, aseguraba, era de lo más atractivo. Cuando sus ojos negros encontraron a los de las adolescentes, una masculló por lo bajo un “celoso” que le hizo arder en rabia; la otra le sacó la lengua como una niña de cinco años antes de continuar su camino, no sin antes hacer patente su indignación por el comentario del Slytherin. Él las observó hasta verlas perderse entre el gentío que esperaban alrededor del recinto.

- Las verdades duelen, ¿eh? – Se mofó Luna mientras le daba un codazo en las costillas – Hala, hala, no te desanimes, Nott. Piensa que hoy en día una buena poción multijugos o una operación de estética muggle pueden hacer milagros con esa cara tuya.

- ¿Estás insinuando, remotamente, que no soy atractivo? – interpeló, levantando una ceja con escepticismo.

- Estoy intentando disuadirte de que te compares con mi Johnny. – le echó una ojeada, de esas descaradas que a Theo tanto le incomodaban y ella se esmeraba en recrear simplemente para fastidiarlo – Tú haces dos veces de él tanto de ancho como de alto. Además, Johnny es misterioso, sexy, encantador, y da igual lo que se ponga: Hasta con botas de plataforma, Johnny seguirá siendo terriblemente caliente. En cambio, aquí te tenemos a ti, que aunque hoy vistes decentemente, no hay nada que te quede peor que una boa de plumas en el cuello para resaltar a la mujer que llevas dentro.

- ¿Intentas ser graciosa o sólo cabrearme? – indagó, su voz llena de ironía.

- Ni una cosa ni otra, expongo simplemente un hecho objetivo.

Theo gruñó por lo bajo, mientras se encaminaban a la larga cola de espera del cine, uno al lado del otro. Cine era como se llamaba el lugar para ver películas, y películas era una especie de obra de teatro pero que veían en una pantalla o televisión, aunque no sabía exactamente qué significado tenía “pantalla”. Al menos, eso es lo que le contó Lovegood como si ella fuera McGonagall y estuviera de regreso en Hogwarts.

- Intentaremos que parezcas normal, Nott. Si yo he podido, créeme cuando te digo que todos pueden – en eso Theo estaba de acuerdo.

Mientras la multitud iba avanzando, Theodore Nott observó por el rabillo del ojo que Luna estaba nerviosa. Sorbía coca cola de su enorme vaso de plástico, mientras que de vez en cuando agachaba la barbilla para zamparse un buen montón de palomitas de maíz directamente del bote, sin cogerlas con las manos. Nott no sabía si reír o llorar. Desde ese día que Luna le había tocado, ella cambió su actitud para con él: Más amable, simpática y habladora si cabía. Él acogió la transformación con cautela, sin derribar el muro que pretendía mantener entre ellos, pero se le hacía bien difícil conservarlo, sobretodo cuando ella, como ahora, le regalaba una de esas sonrisa envueltas en dulzura e inocencia.

- Me estás mirando – le dijo, sus ojos azules fijos en él, expectante. Theo tragó saliva.

- No me gusta que comas las palomitas así. Las babeas, ¿sabes? Es un poco antihigiénico.

- Oh – ella enrojeció para su asombro, entre confusa y avergonzada – Lo siento, es que no estoy acostumbrada a venir acompañada al cine.

Se hizo el silencio entre ellos. Un chico vestido con chaleco azul y camisa blanca les pidió las entradas cuando llegaron a las puertas del cine. Nott rebuscó en los bolsillos de sus vaqueros hasta que dio con ellas, se las entregó al muchacho, que no paraba de sonreírle a Luna.

- Hola – saludó dirigiéndose a ella, que sorbía coca cola sin parar de su vaso enorme. Theo vio que un rubor cubría sus mejillas – La semana pasada no viniste, ¿te ocurrió algo?

- Nada del otro mundo – le informó Luna, dándole unas palmaditas en el hombro – No pensé que te percataras de mi ausencia.

- Claro que sí, eres una clienta fija del cine. Además, todavía estoy esperando la respuesta para merendar conmigo un día de éstos.

Theo se le echó un rápido vistazo, mientras a su vez él mismo era evaluado: Cabello castaño, alto, ojos oscuros, algunas pecas en el puente de una nariz ganchuda. De su chaleco pendía una chapa que llevaba su nombre: Albert. Todo en él resultaba normal y tremendamente aburrido, resolvió Nott, y pese a todo, ahí estaba, esperando que Luna Lovegood aceptara su invitación con una mirada incitante y lasciva. Bueno, a él al menos le parecía lasciva, Lovegood parecía encantada con la situación.

- ¿Me devuelves las entradas? Tenemos un poco de prisa – interrumpió Theo, arrebatándole las entradas de las manos a Albert. Éste se giró hacia Luna, con el interrogante tatuado en su rostro sorprendido.

- ¿Novio?

La pregunta le sonó a Theo impertinente, pero más que nada le hacía ver que lo consideraba un rival. Bien, no lo era, aunque no le gustaba demasiado el trato que tenía con Lovegood.

- Es un antiguo compañero de escuela – aclaró ella, sonriendo aún más – Thedoroe Nott, él es Albert Wiston, un amigo…

- Y en espera de algo más – finalizó Albert, tendiéndole la mano al mago, que se la estrechó con fuerza. Luego los dejó entrar, por fin, a la gran sala de espera del cine – Hasta la próxima semana, Luna. Estaré ansioso por conocer tu respuesta.

- Adiós, Albert, y gracias por el bonsái que me enviaste, es precioso.

- Sabía que te gustaría – exclamó él, hinchando el pecho y echando una acerada mirada al Slytherin sin siquiera despedirse, antes de proseguir con su trabajo.

Luna agarró a Theo por el codo y avanzó por el pasillo a paso ligero.

- Sala trece, fila dieciséis, butaca uno y tres – repetía una y otra vez, haciendo grandes esfuerzos por arrastrar a Theo y que no se le derramase la coca cola o las palomitas. Pero Nott sabía que eso era una excusa.

Luna Lovegood tenía memorizados esos números, por la simple razón de que se había llevado los dos días anteriores ojeando las entradas con un frenesí rayado en lo absurdo, por no decir que ella iba cada semana a ver películas, así que no se tragó ni por asomo que estuviera atenta a no perderse en el cine. Theo sabía que estaba preocupada por el tema del bonsái.

Llegó por un mensajero el día anterior a primera hora de la mañana, justo cuando Nott estaba enfrascado en una lucha cuerpo a cuerpo con un hipogrifo en sus sueños. El timbre sonó insistentemente varias veces, pero tuvo la esperanza de que fuera un vendedor ambulante y se largara, así que se apretujó lo más que podía en la incómoda cama plegable situada en el comedor y siguió descansando. Fue al séptimo timbrazo que por fin se levantó para abrir. El mensajero, -un chico escuálido, con un serio problema de acné- le hizo entrega de una caja enorme cuyo destinatario era Luna Lovegood. Mientras le cerraba la puerta en las narices, Theo fue a buscar a la dueña del regalito irrumpiendo como una bañes en su peor época en el dormitorio. Luna lo recogió con un escueto “gracias”, empujó a Theo hasta la puerta y lo dejó plantado en el umbral de su dormitorio, cerrado a cal y canto con llave desde dentro. Minutos más tarde, Luna salió con un bonsái pequeño entre las manos, que colocó con cariño y cuidado en la encimera de la cocina.

- ¿Quién te lo ha enviado? – preguntó curioso.

- No te importa – le respondió ella, y luego se giró, con una mirada colérica – Y no vuelvas a entrar en mi cuarto, Nott, bajo ningún concepto. Es mi territorio.

El tema había quedado zanjado.

Hasta ahora.

- ¿Por qué no me dijiste que fue tu novio el que te envió el maldito arbolito? – estaban ya sentados en sus respectivos asientos en la sala, atestada hasta arriba de gente murmurando y especialmente nerviosa. Theo estaba tan enfadado que siquiera miró en derredor, toda su furia concentrada en Lovegood. Luna parpadeó unos instantes, interrumpiendo el camino de las palomitas a su boca.

- ¿Desde cuando te tengo que dar explicaciones de lo que hago y dejo de hacer? Y para que quede claro, no es mi novio. Albert es un chico que…

- ¡Vamos, Luna! – exclamó tan alto que la pareja de la fila de delante se sobresaltó – Estabais tonteando. Hasta un ciego habría vislumbrado las chipas que saltaban entre vosotros dos.

No sabía porqué, pero eso de imaginarse a Lunática en brazos de cualquiera era algo inverosímil, o raro, tan raro que le tocaba la moral hasta el punto de querer empotrar al maldito Albert contra la pared y hacer carne picada con su estúpida cara de niño tonto.

- No se de qué me hablas – se desentendió la bruja, echándose su mata de cabello rubio hacia atrás, que hoy decoraba con mariposas de colores – Albert y yo sólo fuimos a tomar café un día, luego me llevó a casa. Si tú a eso le llamas novio, es que no entiendes nada de las relaciones en pareja.

- ¡Y una mierda! – bramó. De repente tenía mucho calor, y la sudadera fina que se había puesto ahora le agobiaba – Te ha regalado un bonsái, pretende salir de nuevo contigo y ha dejado claro que quiere algo más. Ese estúpido no es tu amigo. Al menos, llega al nivel de “amiguito”.

Cosa que le fastidiaba a más no poder, ya que Luna lo había presentado simplemente como “un compañero de la escuela”. Era evidente que Albert estaba en clara ventaja contra él.

- Amiguito – repitió Luna, soltando una carcajada - ¿Pero tu quién crees que eres? ¿Mi padre? Tengo veintitrés años, yo hago lo que quiero cuando quiero sin dar explicaciones a nadie – las luces se apagaron tenuemente, y empezaron a aparecer los primeros anuncios – Ahora, déjame ver la película tranquila y seguimos con la discusión en casa.

Al final, Theo le hizo caso y miró hacia enfrente, sólo para encontrarse con la televisión más grande que jamás hubiese visto… lo que le mantuvo distraído cinco minutos antes de soltar la pregunta que abrió la caja de Pandora.

- ¿Te has acostado con él?

- ¿Disculpa? – susurró perpleja Luna, sin dar crédito a lo que había escuchado.

- Has dicho que fuisteis a tomar café y luego te llevó a casa. ¿Lo metiste en tu cama? ¿Es por eso que quiere repetir la cita contigo?

Ella lo miró al menos un minuto en silencio. Su rostro estaba serio, pero sus ojos eran la inequívoca evidencia del demonio que refulgía en su interior.

- ¿Me crees capaz de eso? – Theo evadió su mirada unos segundos, meditando la respuesta. Luna lo cogió por la barbilla, acercando sus rostros. Estaban a menos de dos centímetros de distancia, y pudo aspirar perfectamente su aroma. Olía a flores y caramelos, pensó Nott tragando saliva, y también a palomitas de maíz – Responde, ¿me crees capaz de eso?

- Sí.

Entonces Luna se marchó de la sala, dejando a un Theo que se odiaba a sí mismo sentado allí, sin saber exactamente qué hacer. ¿Iba tras ella lo la dejaba? ¿Estaba arrepentido de sus palabras? ¿Sería, Albert, su no-novio?

Pero cuando la última punta de su cabello torció la esquina y se perdió de vista, se otorgó un instante para deliberarlo, y llegó a la terrible conclusión de que la había herido, y que, muy en el fondo, quizá odiara la idea de verla con ese tal Albert porque, simplemente, Luna Lovegood le atraía, o le gustaba.

Mucho.

Lo que no le dejaba otro camino que ir al psiquiátrico.

Pero antes, hablaría con ella.

Y resuelto el dilema, bajó corriendo las escaleras de la sala en busca de su no-novia esperando una gran no-discusión.

**********

Viernes 20:45 p.m. Mansión Malfoy

PVO Draco

No estaba acostumbrado a esperar. Pese a lo que muchos opinan de mi, suelo ser una persona medianamente puntual, como marca mi sangre inglesa, y los que me conocen bien saben que no soporto que alguien llegue tarde. Granger no lo sabía, por supuesto, sino, no estaría aquí sentado en la biblioteca como un muñeco de trapo desparramado sobre el sillón.

En parte es compresible que tarde tanto, ya que le especifiqué que vistiera decentemente, lo que en Sabelotodo requiere no unas horas, sino todo un año de aprendizaje. Hay una cita que dice “El hábito no hace al mago”. Bien, está claro que éste es el caso de Granger. Blaise le había regalado vestidos, zapatos y complementos, y con todo aún seguía viéndose ridícula comparada con otras chicas que conozco. Sin embargo, no voy a quitarle el mérito, ya que hoy ni siquiera bajó a comer para seguir preparándose para la cena. Al menos, eso es lo que dijo madre mientras tomábamos el té de la tarde.

Cerré el libro que estaba ojeando – “Pociones Avanzadas para después de la Escuela” - y me acerqué al ventanal. La noche era cerrada, y el jardín permanecía a oscuras salvo por las velas que guardaban como ángeles brillantes los rosales de mi madre, recortando las figuras altas y angulosas de los árboles. Apoyé una mano contra el cristal y acerqué más el rostro, dejando una cortina de vaho en la ventana, sintiendo el frío contra mi frente. Al instante me vino una imagen de hacía varios años, en la que había observado desde este mismo lugar a mi madre discutir con Lucius, sin que ellos supieran que estaban siendo observados.

Lucius es mi padre, el hombre que me dio la vida, y el que también quiere eliminarme cueste lo que cueste. Curioso, quién iba a suponer que llegaría tan lejos su odio hacia mí, hacia mi madre o mis amigos, aquellos que él pensaba lo habían traicionado para meterlo en Azkaban. Un conejo salió corriendo entre los arbustos, para meterse entre los rosales con rapidez. Me gustaría ser un conejo, ellos no tienen que preocuparse de nada, sólo de coger alimentos que le ofrece la propia naturaleza. Yo, sin embargo, estoy hasta el cuello de problemas. El principal es que no sé si mañana a esta hora seguiré vivo, o si estaré velando a uno de mis amigos en un ataúd.

Mi vida ya no era mía desde hacía tiempo, pero al menos era yo quién la manejaba, ahora ni siquiera eso. Tenía que seguir las directrices impuestas por Lucius a fin de que nadie saliera malherido, y aún así tenía la certeza de que era imposible evitar el derramamiento de sangre. Seguramente este sería mi único momento de paz antes de morir, la última vez, quizás, que contemplara mi jardín, la biblioteca de mi casa o incluso a mi madre, ignorante de todo lo que estaba ocurriendo. Pero incluso deseando disfrutar del momento, mi mente no me lo permitía.

Tenía que resolver mi cita en Dublín, lo que era otro quebradero de cabeza que añadir a mi ya interminable lista. Verla a ella iba a ser duro, y no por el hecho de que aún sintiera algo, que no es el caso, sino porque siempre se te hace incómodo volver a ver a la persona que más amaste en el mundo y te traicionó por la espalda. De todos modos el encuentro iba a ser inevitable, tarde o temprano, nos reencontraríamos, así que al menos me sentía agradecido de que me enviara la nota, así al menos estaba mentalizado de lo que me iba a esperar el resto de la noche.

Me enderecé lentamente, metiendo las manos en mis bolsillos, y fue entonces que la vi. Había estado tan ensimismado en mis pensamientos que no había escuchado la puerta abrirse, ni que la figura que ahora se reflejaba en el cristal de la ventana hubiera entrado. Me cogió tan de sorpresa que no pude ocultar mi asombro.

- Hola – me saludó un reflejo, dibujando una tímida sonrisa en aquellos labios brillantes.

Granger estaba ahí, un metro de distancia la separaba de mi espalda, exudando vainilla por cada poro de su piel y lo que es peor, increíblemente atractiva. Vestía un sencillo traje dorado brillante, que le llegaba a la mitad del muslo. Su escote asimétrico le dejaba un hombro al descubierto, y hacía largas sus piernas, algo en lo que jamás me había fijado. Lucía plataformas y bolso del mismo tono, y unas argollas enormes colgaban de sus orejas. Reí por dentro al comprobar que madre finalmente no se había salido con la suya a la hora de arreglar su cabello, así que finalmente habían optado por recogerlo todo en la nuca, en un moño sencillo, y adornado con una hosquilla de piedras ambarinas que recogía a medias su flequillo. Dio un paso hacia mí, y la vi perder un poco el equilibrio a través del espejo.

- Lo siento, aún no me manejo muy bien con estos zapatos – me dijo, a modo de disculpa.

Seguí mirándola a través del cristal. Yo no respondí nada, lo que no es normal, porque yo siempre tengo veneno en la lengua, es decir, soy malo, malo malísimo ¿vale? Y estaba mudo por ella, por verla. Ni siquiera pude hacer el ademán de volverme, y es que debía conservar la calma, es decir, transmitirla al menos, pero me era imposible.

Hermione Granger no era ya una escoba con peluca. Parecía, indiscutiblemente, una mujer de verdad. Una con piernas kilométricas, cintura estrecha y un pecho casi inexistente, pero joder, un hombre podía perder la cabeza por ese tipo de chicas. Una aclaración: Yo soy un hombre.

Ver a Granger como mujer, implicaba que:

1 – Mi gusto en cuanto al sexo opuesto estaba decayendo.

2 – Podía sentirme atraído.

3 – Mi esquema de la vida y jerarquía de magos podía irse a la mierda.

4 – Un filtro amoroso estaba haciendo efecto en mi consciencia.

Aquel pensamiento se me cruzó por la cabeza, con sus más, sus menos y sus Oh, mierda. Y vino tan rápido, tan, tan claro, que sólo me produjo un sentimiento que no había experimentado en mucho tiempo:

Miedo.

Yo Draco Malfoy, tenía miedo de Hermione Pelo de Rata Granger.

Hay que joderse.

*************

Y Hasta aquí llegamos, he tenido que cortar el capítulo porque quedan aún veinte folios más, y no era plan de colgar cuarenta hojas de un tirón, más que nada para que no os agobiéis, pero como ya está listo, esperaré unos días y lo pondré el lunes seguramente.

Espero que os haya gustado y ya sabéis: De todos menos virus.

¡Nos leemos!

12 comentarios:

  1. Acabo de terminar de leer lo que llevas colgado de ficc.
    Y la verdad es que me encanta, no solo la historia -que por cierto esta, muy, pero que muy bien- sino tambien, tu manera de contar las cosas, de no solo girar alrededor de los protagonistas (lo cual se agradece, por que yo soy esa clase de personas que le dan su gran importancia a los personajes secundarios)y tambien de como has plasmado perfectamente la personalidad de cada uno. Y me a encantado, sinceramente. Es de lo mejor que he leido en fics, de verdad.

    Y bueno, ahora solo me queda felicitarte por lo de la publicacion de la novela. La verdad, es que merece la pena leerte, asique no me extraña para nada. Mucha suerte con esto ¿si?

    Un besito, te sigo leyendo^^

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  2. Gracias Juliette, de todos modos, si te anima, éste fic está colgado en fanfiction, lugar que te recomiendo que visites si te gustan los fics.

    La verdad es que te agradezco que me dejes comentarios, porque en fanfiction me dejan muchos, pero en el blog... bueno, sale a la vista que no es muy visitado XD.

    Gracis de verdad por tu apoyo, es de agradecer que te tomaras la molestia de escribirme, ¡es que me anima muchísimo!

    Besitos, y sigue dejándome comentarios así Xd

    Shashira

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  3. noooooooooo shasjira como nos puedes dejar asi eeee!! pork eres tan cruel

    k kieres matarme de la curiosidad??
    a y porcierto leiste mi comentario en el foro de alishea?
    ya me contaras como vas con tu superlibro..xdxd

    CaRoOl

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  4. WOW Que buen cap^^!!!!!!!!!! me morí de la risa en esta parte

    - Pero ¡qué dices! ¿Tú lo has visto? Exuda masculinidad – apartó sus ojos del cartel, un tanto molesta – Creo que tu ego no soporta que Jack Sparrow, y más concretamente Johnny Depp, ocupe el corazón del noventa por ciento de las féminas.

    - Entonces el diez por ciento restantes son las mujeres que conservan la coherencia.

    - No. Son el tanto equivalente a las brujas que no saben ni una pizca de actores muggle.

    jajajajja aii wuau hay un montón de cosas que me encantaron, por ejemplo la relación de suegra- de Narcisa con Hermione, personajes que no habrán cruzado una sola palabra en toda la saga y es sorprendente como los combinas!!

    wiii Draco tiene miedo! y de las piernas de Hermione interesante jajajajaja

    Besos

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  5. hola acabo de terminar de leer tu fic
    y es lo mejor que he leido
    en serio felicidades
    ojala k te valla bn con tu libro
    definitivamente me lo compro jajaajajaa
    saludos
    sube la continuacion pronto
    que anunque sean 60 hojas me las leo en menos de dos horas ! :D

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  6. Carol: Lindaa gracias por el comentario y sí, leí el tuyo en Alishea, espero que te haya llegado el mío ^^

    Ro: Gracias jajajajaja la verdad es que esa pareja se me hace muy cómica verdad??

    Nicole: Gracias por leerlo y por el halago, ¡me vas a sonrojar! Yo también espero que vaya bien. ya avisaré cuando tenga algo realmente que merezca la pena decir ^^.

    Besitos

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  7. sashiraaa ! espero tu
    capitulo siguiente unoi que sea
    por fis que no me vana quedar uñas
    si sigo esperando!!
    jajajajaja
    eres demasiado buena escribiendo !!
    te esperare :D

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  8. Hola soy JesS

    hola me lei todos los caps en menos de 5 hrs los ame cai en tu espacio por considencia pero dime donde puedo seguir leyendo estoy muy interesada en lo que sigue adoro tu forma de escribir porfa respondee yo quiero seguirr morire de ansias por seguir leyendo te cuidas yeahh!!

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  9. Jees tienesque meterte en la página de fanfiction.net -www.fanfiction.net- y buscar mi nick, es decir, Shashira. Ahí tengo otras historias, pero debo admitir que las mejores etán colgadas en este blog.

    Me alegro que te gustara tanto ^^ todo un honor.

    ¡Nos vemos!

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  10. ya no hay caps de el contrato??? muero por saber que pasara actualiza pliss todos lo esperamos con ansiaaaa

    atte JESS

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  11. Lo subiré cuando lo tenga corregido, es que soy muy perfeccionista con los escritos ^^

    Besitos

    Sahshira

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  12. sashiraaaa !!!
    porfiis sube mas capitulos
    me muero por saber que va a pasar
    es que es muuy adictivo
    por fis
    no se que haria si algun dia TE ENFERMAS !!! :S
    eres la mejor
    saludos

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