miércoles, 16 de septiembre de 2009

El Contrato Capítulo 10


El Juego: Capítulo diez

El domingo desperté con un mal presentimiento. Amanecía en Londres. Desde la ventana abierta situada a pocos metros, podía escuchar las bocinas y murmullos de los madrugadores yendo a trabajar y los trasnochadores volviendo a sus casas.

A través de las cortinas, moldeadas como gelatina por una suave brisa, pude distinguir la bruma densa y gris que auguraba un sol resplandeciente pasadas unas horas. Londres siempre amanecía así, con ese sucio gris para luego recorrer los diferentes colores del sol –escarlata, rojo fuego, naranja, amarillo- y filtrar rayos ultravioletas como cuchilladas por los ventanales. Sin embargo, hoy era diferente. Parecía que el sol tardaría más de lo acostumbrado en salir, y la brisa fría, casi helada que soplaba, era como una letanía augurando un futuro incierto aquel domingo de verano.

Me arrebujé un poco más entre las sábanas de verano, intentando conciliar el sueño, pero me había desvelado. Tras un par de intentos fallidos, opté finalmente por levantarme de la cama. Me desperecé como una gata y a tientas me trasladé hasta la cocina, dónde comencé a preparar café. Puse agua, los granos recién molidos y conecté la tostadora. Pansy siempre se quejaba de mis costumbres muggles, ella aseguraba de que algún día iba a conseguir atrofiar mis artes con la varita. Casi podía escucharla en mi oído farfullando: “Por favor, Granger, ¡eres una bruja cualificada! Actúa como tal”.

Pero era imposible. Es decir, me había criado como una muggle durante muchos años, y aquel ritual por la mañana me traía recuerdos de mi pasado, cuando mis padres aún vivían en Inglaterra. Además, me gusta vivir entre dos mundos. A mi parecer, es como si me dieran la extraña opción de escoger lo mejor de cada uno, y apartar lo oscuro y terrorífico a un lado. Siempre quedarme con lo mejor, desechar lo peor.

Las tostadas saltaron con un particular “plop” y la cafetera comenzó a humear, dejando un agradable olorcillo a café recién hecho. Unté mantequilla y mermelada amarga en el pan – quemaba como el demonio- y soplando sobre mi taza de griffyndor añadí dos azucarillos al líquido negro. Cuando estuve instalada en el sofá, encogí mis piernas y comencé a sorber el espeso café.

Fue entonces cuando ocurrió.

Una sombra plateada emergió de la chimenea directamente hacia mí, tomando forma nada más posarse en la moqueta. Reconocí el patronus de Harry –un ciervo plateado, en honor a su padre- prácticamente al instante. De un salto me puse en pie, tumbando a mi paso el café y las tostadas sobre el sofá.

- ¡Pero qué…!

- Reunión urgente de la Orden del Fénix. - La voz profunda y cavernosa de Harry me hizo temblar - Lucius Malfoy ha escapado de Azkaban.

Lucius ha escapado de Azkaban, aquella cuatro palabras hicieron regresar a mí un temor que no experimentaba desde hacía años. No pude respirar, mi corazón no latía, aquello no podía ser cierto. Lucius Malfoy ha escapado de Azkaban, lo que significaba que los mortífagos se estaban reuniendo de nuevo. Mis piernas flaquearon y, sin poder hacer nada por evitarlo caí de rodillas al piso.

Era el principio del fin.

*****

Pvo Draco

La cabeza me daba vueltas. Sí, puede que Blaise tuviese razón cuando alegó que después de una noche de chicos y whisky de fuego, ir a mi casa por la red flú sólo me haría vomitar en alguna de las chimeneas conectadas a la red, pero no tuve alternativa. Si mi madre despertara y no me viera en la cama despatarrado –aunque fuese con ropa puesta- mi sentencia de muerte sería declarada en dos minutos.

No penséis mal, mi madre no es un troll ni nada por el estilo, es simplemente una dama de la alta sociedad preocupada por el “qué dirán”. Narcisa Malfoy no es tonta, ni mucho menos, así que sabe de mis flirteos con Astoria a horas indecorosas, mis copas de más en casa de Nott, e incluso de las juergas con Blaise en discotecas varias –uhm, espero que Fangoria sea una excepción-. Pero no dormir en casa es diferente, ya que “implica a terceras personas, a la familia y tu bien lucrativo matrimonio. Las malas lenguas podrían argüí que estuviste con mujeres de mala vida”, como siempre me recordaba.

A mamá le encanta sentirse dueña y señora de su casa y mi vida, así como vivir anclada en los prejuicios sociales de nuestra amada Inglaterra Victoriana. Para ser honestos, me encanta la era Victoriana, sobretodo porque en aquel entonces la vida sexual era más discreta y, por ello, más interesante. Mi persona hubiese encajada perfectamente. Claro que ese detalle prefiero omitirlo en mis amenas conversaciones con Narcisa Malfoy.

El sol iba aclarando y la habitación permanecía tenuemente iluminada, a pesar de que los tupidos cortinajes estaban medio echados. Con un movimiento suave de varita bajé las persianas, conteniendo las ganas de echar los dos litros de alcohol que aún me recorrían las venas –ya le dije a Nott que ese Ron de Malta que nos bebimos tras acabar con el whisky era veneno puro- y me tumbé en la cama sin aspavientos.

Me desabroché el cinturón y los primeros botones de la camisa, pero mi mente aletargada todavía flotaba en una burbuja de embriaguez y secretos, así que dejaría la cruel acción de desnudarme para más tarde. De un golpe me quité los zapatos y me revolví entre mis delicadas sábanas hasta encontrar la posición perfecta, intentando conciliar el sueño.

Hogar dulce hogar.

No habían pasado ni quince minutos cuando un portazo retumbó en mis oídos como un gong oriental.

- ¡DRACO LUCIUS ABRAXAS MALFOY! ¡YA PUEDES DECIRME QUÉ HAS HECHO! – buff, ese era el grito de guerra de Narcisa Malfoy cuando se avecinaba la tormenta.

Abrí un ojo, luego, con esfuerzo, me incorporé a medias en la cama. Al ver el rostro crispado de mi madre –ataviada todavía en bata y el pelo recogido en un estirado moño en la nuca- pensé seriamente en convocar un hechizo protector. Por si las moscas.

- Madre – la saludé, frotándome la cara con desgana -. ¿Qué ocurre? Como verás he venido a casa a dormir.

- ¿Dónde has estado? – me preguntó, con el ceño fruncido y los brazos en jarras – Y no me digas que con Astoria, ¡llegó Sugar hace una hora con una nota de ella, exasperada porque no podía dar contigo!

Ah, Sugar era una lechuza parda que le regalé a mi prometida hace un par de años, cuando la encontré herida en el jardín. Sinceramente, en esos instantes pensé en lanzarle un Avada y restarle sufrimiento, pero una punzada de culpabilidad hizo que me responsabilizase de ella, así que la curé. Dos semanas más tarde estaba como nueva, y fue el regalo perfecto para Astoria cuando se me olvidó por completo comprarle un presente de cumpleaños. Así que Sugar se fue con ella – de mala gana, todo hay que decirlo- pero sin saber porqué la maldita ave nunca se ha considerado dueña de mi futura esposa, detestándola hasta los extremos, así que intenta contradecirla y fastidiarla en todo.

Seguramente, Astoria envió a Sugar a buscarme con una misiva y, como siempre, el ave volvió al cabo de un tiempo con la carta de vuelta. Estoy seguro de que Sugar me encontró, pero como le encanta ver el rostro colorado de Astoria cuando se enfada, lo más probable es que regresara con las manos vacías y sin noticias mías.

- Estuve en casa de Theodore Nott, madre, como cada Sábado.

- Sí, claro.

Se cruzó de brazos, adoptando una actitud regia, esa que me hacía verla cuando era pequeño como una princesa eslava. Sus mejillas estaban coloradas, y comprobé con agrado que no llevaba maquillaje. Mi madre, -y no es amor de hijo, lo juro- es una de esas pocas mujeres que gana belleza cuanto menos se maquilla, al igual que la Rata de Biblioteca Granger. Ey, ¿cómo se coló ese inicuo pensamiento en mi mente? ¡Granger era una bestia en todas las formas, con o sin maquillaje!

Oh, genial, el alcohol había aniquilado más neuronas de las debidas. Aquello me enfureció hasta los extremos.

- Madre, necesito descansar – le dije secamente – Así que si no tienes algo más que añadir será mejor que…

- Tienes visita, Draco – me cortó. Los sentidos se me agudizaron al instante, irguiéndome en la cama como pantera acechada.

- Si es Astoria, dile que la veré en el almuerzo.

Mi madre negó dulcemente, y la vi estremecerse y arrebujarse todavía más en su bata de seda color perla.

- Son magos, magos del Ministerio. Niny los ha hecho pasar a la biblioteca, mientras yo he subido a despertarte – tuvo que leer la confusión en mi rostro cuando añadió - ¿Qué has hecho ésta vez, Draco? –soltó un suspiro cansado, y vi cómo envejecía al menos diez años – Si tu padre estuviera aquí, ya te habría metido en cintura. Debería regresar ya de ese viaje, él…

- ¡Ya basta! – exploté. Supe que fue un error al instante cuando sus ojos fueron invadidos por la angustia y la ansiedad. Sé que mi madre no está dispuesta a volver a la realidad, pero de ahí, al hecho de interpretar el papel de que mi padre era un santo… me parecía demasiado lo que pedía, sobretodo después de ver con mis propios ojos todas las barbaridades de las que era capaz. - Quise decir que, bueno, ¿para qué molestarlo? Lucius estará ocupado con sus… negocios. Además, no he hecho nada malo, madre, no tengo que ocultarme, mucho menos del Ministerio – razoné, haciendo acopio de valor para no gritarle de una buena vez la verdad del asunto sobre Lucius Malfoy – Diles que bajaré enseguida, ¿vale?

- Pero antes date una buena ducha – me urgió mi madre, todavía con la voz temblándole – Tienes signos visibles de que has pasado la noche en vela.

La había herido, lo sabía y no fue mi intención, pero maldita la gracia que me hace vivir en su burbuja color de rosa. Sin embargo, era lo que me quedaba, al menos de momento. Estaba ya cerrando la puerta cuando mi voz actuó en nombre de mi conciencia.

- ¿Madre? – ella alzó el rostro, sus ojos azules brillando por contener las lágrimas.

- ¿Sí?

- Te quiero.

Y ahí estaba, dibujándose poco a poco, el mejor regalo que podía hacerle una madre a un hijo: Su sonrisa.

- Yo a ti, también, Draco.

Finalmente cerró la puerta. Escuché los amortiguados sollozos de Narcissa Malfoy a través de las paredes… y a mi conciencia –ahora tranquila y feliz- gritando de júbilo en mi interior.

En fin. Hasta el hombre más frío tiene una debilidad.

**

PVO Hermione

Después de la caída de Voldemort, los mortífagos fueron apresados más o menos en un goteo intermitente, así que la Orden del Fénix no había tenido que reunirse por serias cuestiones en años, cosa que nos vino de perlas para remolonear a la hora de buscar un nuevo enclave. La Orden del Fénix había tenido su cuartel general en Grimauld Place durante años, principalmente porque el grupo debía permanecer en la clandestinidad hasta que Voldemort fuera eliminado. Sin embargo, cuando Harry la remodeló e hizo de la casa su vivienda particular, supimos que tendríamos que buscar otro sitio, pero sobretodo espacio.

A raíz de la Gran Guerra –y también de la popularidad de la Orden del Fénix- mucho quisieron unirse al grupo, especialmente los jóvenes que antes habían pertenecido al ED, así que nuestro número se había triplicado en los últimos tiempos. Pese a todo, seguíamos sin tener un lugar fijo de reunión, por lo que cuando debíamos discutir algún asunto debíamos organizarnos en quedadas pequeñas repartidas aquí y allá; siempre se daba el mismo discurso para que todos tuviéramos las mismas opciones, así que estábamos informados medianamente bien. La forma de comunicarnos era vía lechuza, aunque los antiguos componentes del ED utilizábamos los galeones de antaño también, más que nada por nostalgia. Ese modo de reunión –quedadas ocasionales en pequeños grupos esparcidos alrededor de la geografía inglesa- no había funcionado perfectamente durante los últimos siete años.

Hasta ahora.

Todo cambia en ésta vida.

- Vaya, es la primera vez que estoy en el despacho del ministro de magia, ¿y tú? Me siento como una princesa.

Bueno, casi todo.

Ahí estaba Luna, metro sesenta de locura y sensatez comprimidas a partes iguales. Fifty-Fifty. Inimitable. Hasta en los momentos más delicados tiene palabras que te dejan la boca abierta.

- También es mi primera vez.

Observé detenidamente los paneles de madera que forraban las paredes, la enorme chimenea de piedra traídas de Rusia –ese dato me lo proporcionó un día Pansy y, sinceramente, prefería omitir sus fuentes- o la enorme alfombra persa que nos daba la bienvenida, en tonos rojos y negros. Sí, había que admitir que Kingsley Shackelbolt tenía un gusto exquisito y refinado. Luna soltó una carcajada cuando un unicornio saltó encabritado en uno de los cuadros.

- ¡Es precioso!

- No entiendo cómo diablos puedes estar riéndote como unos cascabeles – la reprendí, apuntándole con la varita al pecho – Es una situación de emergencia, ¡Lucius ha escapado!

- Lo sé – convino Luna con gesto sombrío – Es que tiendo a pensar en cosas divertidas cuando algo peligroso me ofusca la cabeza. Digamos que es mi particular escudo de protección. Mi padre contaba ovejitas, pero a mí nunca me dio resultado.

- ¿Y no pensasteis visitar un medimago especializado? – le apremié con tono bromista, pero Luna, para mi asombro, no lo captó.

- Oh, ¡sí que fuimos! – exclamó, con sus ojos azules muy abiertos, dibujando esa expresión de espanto que le valió el apodo de Lunática – Pero dejamos de ir cuando argumentó que éramos un caso perdido y traumático que añadir a su expediente.

- ¡Hermione! – al escuchar mi nombre me giré en redondo, casi me desmayo cuando lo vi allí con cara de dormido, el cabello revuelto y más pálido que nunca.

- ¿Blaise? – iba a preguntarle quién le había traído (en teoría, esa reunión era para la Orden del Fénix), o cómo fue que entró sin ser visto, pero Zabinni me envolvió en un abrazo fuerte que casi me deja sin respiración. Lo sentí temblar a través de la túnica oscura que llevaba. Olía a sándalo, con un leve toque de alcohol - ¿Qué haces aquí?

- Agentes del Ministerio vinieron a buscarme temprano en la mañana – me comunicó en un susurro, se apartó de mí y pude leer el terror en sus ojos - Lucius se ha escapado. También han traído a Nott, Pansy, Draco y Diandra.

Por encima del hombro busqué al grupo Slytherin. No tardé mucho en dar con ellos, pues estaban apartados del resto de magos, que se mantenían a una distancia prudencial sin reprimir sus miradas de odios, asegurando así que no habían olvidado las viejas rencillas (vi de refilón a Mundungus Fletcher, Andrómeda Tonks, El señor y la señora Weasley, George e incluso a Neville).

Pansy permanecía apoyada en el hombro de Nott, que la sujetaba por la cintura a la vez que le acariciaba el pelo con dulzura. Tenía mal aspecto, como si acabara de salir de una pesadilla para meterse en otra aún peor. Supongo que estaba reviviendo el asesinato de sus padres.

Malfoy, sin embargo, aparentaba tranquilidad. Mantenía sus brazos cruzados sobre el pecho y tenía el cabello húmedo. Admiré su sangre fría, lo juro, parecía que nada podía perturbarle: El gesto típicamente arrogante de sus ojos, la boca torcida con desprecio, su actitud elegante, apoyado en la pared, pretendiendo aparentar que aquella reunión no iba con él… Lo único que delataba la tensión interior era un tic en la sien latiendo con rapidez. Se me hizo un nudo en el estómago cuando recordé que apenas veinticuatro horas antes ése niñato engreído había estado en mi casa intentando que no llorase. Mejor no pensar demasiado en el episodio.

A su lado había una pareja que jamás había visto. Ambos eran altos, de aspecto severo. La mujer tenía el cabello castaño recogido en un moño; el mago era un armario empotrado, literalmente. Tenía el cabello moreno y los ojos oscuros, al igual que la bruja, y su cabello estaba rapado casi al cero, como un soldado duro. Vestían túnicas azul oscuro y observaban el despacho con gesto adusto, intercambiando de vez en cuando algún que otro comentario en cuchicheos. Supuse de inmediato que la mujer era Diandra, y él su esposo.

- Es la hermana de Theo – aclaró Zabinni – El otro es su marido, Rufus Kóstov. No les ha hecho mucha gracia recibir una visita del Ministerio.

- A nosotros tampoco, Zabinni – intervino Luna, palmeándome el hombro – Ey, te dejo en buenas manos, voy a hablar con Nott. Tiene cara de tener a un Strumbles volando alrededor, y esos seres causan sordera.

Iba a preguntarle a qué venía tanta confianza con semejante oso Slytherin –lo del Strumbles era una causa perdida, así que prefería desechar una respuesta lógica-, pero desapareció con paso rápido antes de que pusiera objeción alguna. Me centré entonces en Zabinni, pero me lo encontré esbozando una sonrisa, una que se dibujó al tiempo que Luna saludaba a Theodore Nott, el cual parecía reconocerla como una cara amiga en terreno hostil. La tal Diandra se apartó de Luna como si tuviese la lepra. Buah, otra sangre pura sin escrúpulos.

Anoté mentalmente preguntarle a mi amiga más tarde por aquella extraña relación, e intenté centrarme de nuevo en el tema que teníamos entre manos, pero hoy las Parcas se confabulaban contra mí, porque nada más abrir la boca Kingsley Shacklebolt tomó posiciones en la mesa de caoba que presidía la estancia y todos los rostros se volvieron hacia su figura, mudados en extrañas muecas de sorpresa y terror.

- Me alegra de que hayáis podido venir – comenzó a decir, deslizando su mirada por el atestado despacho –. No creo que, dada la situación, sea conveniente andarnos por las ramas, así que iré directo al grano: Lucius Malfoy ha escapado de Azkaban y el Ministerio, así como el resto de la Comunidad Mágica, necesita vuestra colaboración. Para ello, debéis estar atentos y seguid las instrucciones del Jefe de aurores.

Genial. Ahora sabía lo que sentía Batman cada vez que el símbolo del Murciélago se reflejaba en el cielo oscuro de Gotthan. Me alcé de puntillas para intentar ver entre las cabezas -¿más de una decena de personas encerradas en una oficina del Ministerio? ¿quién tuvo la brillante idea?-, pero era imposible vislumbrar algo más que formas inexactas presidiendo la mesa. Junto al Ministro de Magia, una figura pequeña y otra larguirucha miraban a los oyentes, lanzando gestos de reproche hacia el ala izquierda, donde estaban situados la mayoría de los Slytherin. Tardé dos segundos en reconocerlos: Eran Harry y Ron.

La voz de Harry sonó clara y decidida nada más salieron sus palabras:

- Sé que estáis consternados, pero hay que actuar antes de que El Profeta se haga eco de la terrible noticia y empiecen a rodar cabezas –a un toque de varita las luces se atenuaron hasta quedarnos en penumbra, y la foto de Lucius tomó forma frente a nuestras narices. Espié por el rabillo del ojo la reacción de Malfoy, pero no parecía impresionado. Genio y figura hasta la sepultura. Se notaba a leguas que se trataba de un retrato reciente más que nada por las profundas ojeras, los pómulos prominentes y el cabello largo y enredado, signos inequívocos de su estadía en la cárcel – Lucius Malfoy escapó de Azkaban hace exactamente cinco horas. Hemos hablado con los testigos oculares y lo único que sacamos en claro es que no lo hizo solo: Alguien del exterior le ayudó.

Todas las miradas –incluidas las de Nott, Diandra, Pansy y Blaise – se posaron el Draco Malfoy en espera de alguna respuesta. Descruzó los brazos y devolvió una mirada grisácea llena de odio y rencor a los congregados.

- Yo no fui. Estuve en casa de Theodore Nott toda la noche. Podéis usar legeremancia y comprobaréis que no miento.

- Vamos, Malfoy – se mofó George Weasley desde la otra punta – como si no supiéramos que Snape y tu padre te adiestraron en oclumancia.

- Draco tiene razón – lo secundó Zabinni a mi lado – Yo también estaba allí.

El despacho se llenó de murmullos, hasta que una voz que reconocí como la de Bill Weasley tomó el mando.

- Bien. Tenéis la coartada perfecta, pero eso no implica que no estéis metidos en el asunto: Malfoy, Zabinni, Nott e incluso el matrimonio Kóstov. Todos erais mortífagos, ¿crees que nos olvidamos fácilmente del pasado? ¡Mi hermano murió por vuestra culpa!

Voces aprobando el comentario se alzaron de repente, con algún que otro “asesinos” e “infames” gritado a pleno pulmón. Draco, pese a las dudas suscitadas no parecía estar dispuesto a echar más leña al fuego –algo nuevo, todo hay que decirlo- y permaneció estoicamente en su sitio, fijo como una estaca clavada en el pecho de un vampiro. Ron llamó al orden.

- Me desagrada tener que admitirlo, pero ésta vez, Malfoy – escupió el apellido con tanto veneno que temí que mudara en un Basilisco- no tiene nada que ver. Ya hemos comprobado las coartadas de los… sospechosos, y están limpios. Sino no estarían aquí, por supuesto – se aclaró la garganta y continuó - Además, nos ha llegado una nota, escrita por el propio Lucius –hurgó en su bolsillo hasta sacar un pergamino enrollado con descuido. Lo aplanó un poco con las manos y lo mostró – Es una lista con varios nombres… los nombres de sus futuras víctimas.

- ¡Qué desfachatez! – exclamó la señora Weasley, una mano en el pecho y la otra apretada alrededor de su varita.

- ¡Hay que detenerlo! – gritó Neville Longbottom desde el fondo del despacho - ¡Debemos evitar que vuelvan los tiempos oscuros, aunque para ello tengamos que matarlo! ¡Esto es la guerra!

Hubo aislados aplausos, y noté que Blaise pasaba de una palidez extrema al verde en un santiamén.

- Bueno, pero hay una lista, ¿no? – inquirió un chico moreno que reconocí como compañero de Harry y Ron en el departamento de aurores. Si nombre era Brian Waldorf – Eso significa que no tiene intención de llevar a cabo un levantamiento, sino un acto de venganza.

- Creemos que es así, sí – confirmó Harry, alzando la voz por encima de los murmullos – Pero no estamos del todo seguros, quizá sea mera distracción.

- ¿Cuál es el plan, entonces? – intervino Luna – Porque supongo que hay un plan.

- Lo hay, sin duda – anunció Kingsley con voz monocorde – La Orden del Fénix trabajará codo con codo con el departamento de Aurores del Ministerio. Los primeros se encargarán de los magos que estén en la lista, a los segundos se les dará instrucciones en cuanto lleguen a las oficinas del departamento, Wilkinson tiene los detalles.

Riley Wilkinson era un treinteañero americano trasladado desde la sede del FBI Mágico en Washington hacía ya un par de años, cuando se casó con una muchacha inglesa. Lo conocía del Ministerio y también de un par de fiestas en casa de Harry. Era el segundo al mando del Departamento de Aurores por detrás de Harry y Ron. Ancho, fuerte y con una poblada barba rubia, saludó a los oyentes de forma autómata alzando su mentón prominente.

La gente empezaba dispersarse hacia la puerta cuando una pregunta los paró en seco.

- ¿Cuáles son sus objetivos? – era Mundungus Fletcher, ese ladrón cobarde de poca monta que era de sobra conocido en el mundo mágico por vender hasta su propia madre.

- Eso solamente le incumbe al Ministerio y los afectados, Dung, nada más.

- ¡Es injusto! – tronó una voz femenina, y cuando los rostros se giraron, pude ver a Cho Chang roja como un tomate, aunque no sé si por la furia contenida o la vergüenza de ser el centro de atención - ¡Tenemos derecho a estar prevenidos por si nuestro nombre…!

- Tranquila, Chang – cortó Ginny, lanzándole llamaradas con los ojos - ¿Quién va a querer acabar con tu vida, una diseñadora a la que le has estropeado su conjunto más chic?

Todos prorrumpimos en risas ahogadas. Cho Chang era una afamada modelo internacional que se pasaba el día viajando y visitando las mejores pasarelas, así como una larga lista de amantes famosos, incluido Harry, lo que desencadenó su ruptura con Ginny y una paliza de Ron a la vieja usanza (sin varitas ni artificios), como machos de pelo en pecho. Ahí es nada. El rostro de Chang adquirió un púrpura que no auguraba nada bueno.

- Uh, pelea de gatas – me susurró Zabinni al oído – Esto me gusta.

- Sólo digo que si no están seguros, es mejor hacer pública esa lista – se echó el largo cabello azabache hacia atrás con gesto arrogante, luego hizo una mueca con la nariz – Además, ¿qué hacen ellos aquí? ¡Son traidores, no deberían formar parte de ésta reunión!

Por ellos se refería al grupo Slytherin, nadie tenía dudas. Pansy dio un paso adelante con los puños apretados y lágrimas en los ojos, pero Malfoy la sujetó a tiempo por la manga de la túnica. Sin embargo, no pudo evitar que soltara algunas lindezas referidas a Chang por la boca.

- ¡Nosotros actuamos en la clandestinidad a fin de crear una paz duradera donde vivir! - descargó Pansy contra Cho entre sollozos -¡Mi familia murió antes de poder paladear siquiera una pizca de esa tranquilidad, mientras tú contoneas el trasero y media tonelada de botox caducado en tu cara por medio mundo! No tienes derecho a decir lo que es justo o injusto, Chang… porque si fuera así, mis padres aún estarían vivos.

- Pansy… – la llamó Malfoy, pero ella no le hizo caso.

Se volvió hacia Kingsley, Ron y Harry, sus ojos brillantes y enrojecidos.

- Si nos habéis traído aquí para humillarnos o detenernos, mejor que lo hagáis ya, porque no respondo de lo que pueda hacerle a esa anoréxica antes de que cuente tres.

Empecé a abrirme paso entre el tumulto con la esperanza de llegar a tiempo antes de la catástrofe, sin embargo, lo que escuché a continuación me dejó estática en el piso.

- Su inocencia, señorita Parkinson, - interrumpió Kingley, con voz apresurada - así como la de la familia Nott, Zabinni, y Malfoy, está fuera de toda duda –suspiró unos segundos, retomando el hilo después –. El señor Weasley lo dijo antes y yo lo ratifico ahora. Mis más sinceras disculpas. Yo… nosotros – rectificó, mirando significativamente a Harry y Ron – lo único que pretendemos es protegerles.

- No necesitamos la protección de nadie – replicó Malfoy – Nos hemos valido por nosotros mismos desde la caída del Señor Tenebroso, y nos ha ido bien. ¿Por qué precisamente ahora os interesáis por nuestro bienestar? ¿Qué es esto, una obra de caridad? Si es así, mejor que se esmere con la familia Weasley.

- ¡Será…! – se quejó Ron, empuñando la varita para dirigirle un hechizo a Malfoy, pero Harry se la quitó de las manos y negó con la cabeza.

Kingsley parecía tenso, pero no dijo nada. Harry les hizo señas a los asistentes con las manos para que se dirigieran a la salida.

- Por favor, retírense todos salvo la antigua Orden del Fénix. No, Neville, tú no te vayas. Tampoco tú, Luna – poco a poco la multitud fue obedeciendo, envuelta en murmullos indignados. La sala fue haciéndose más espaciosa conforme iban desapareciendo, hasta que en su interior quedamos aproximadamente unas quince o veinte personas, entre ellas Malfoy y el resto de Slyhterin.

- ¿Y ahora? – preguntó la señora Weasley, pasando la mirada de Kingsley a Harry varias veces.

- Ahora vais a tener que escuchar – anunció el Ministro de magia. Con un ágil movimiento, le quitó a Ron el pergamino de las manos y empezó a leer en voz alta:

Mi muy estimado Ministro:

A estas alturas os habrán comunicado que yo, Lucius Malfoy, he conseguido escapar de Azkaban. Me enorgullece admitir que he tardado siete años -¡nada más! el récord lo ostentaba Sirius Black con trece- en urdir un plan y dar con alguien adecuado para mi huida - ya de por sí complicada-, pero supongo que es un tema espinoso para usted y, en fin, preferiría obviar el tema. De todos modos, no esperaba sus felicitaciones.

Sabe, siete años en Azkaban da para mucho, Shacklebolt, sobretodo cuando eres un ser sin escrúpulos como yo. Pensará que imaginaba mi vida si el Señor Tenebroso se hubiese alzado con la victoria, o si no tuviera tantos pecados a mis espaldas, ¿tal vez soñaba con que me arrepintiera de todo? Pues ha errado. Le informaré, sin embargo, de mis objetivos ahora que soy libre: Venganza, venganza y venganza. Como puede deducir, soy un hombre de ideas fijas y muy simples pese a todo lo que se rumorea sobre mí.

Oh, ¡pero olvidaba lo más importante! Para que no se haga una idea equivocada sobre mis propósitos, le advertiré que ésta vez –y sin que sirva de precedente- no iré en contra de los sangre sucias, ni del mundo mágico en general; al menos, por el momento. Sólo tengo en mente varios nombres. Llegados a este punto se preguntará: “Si eso es cierto ¿por qué se expone redactando una nota haciéndome partícipe de sus futuros movimientos?”. Ah, estimado amigo, la respuesta es sencilla: Diversión.

He permanecido confinado en Azkaban siete largos años sin poder hacer absolutamente nada, salvo mirar a través de las rejas el mar embravecido chocando contra las escarpadas rocas alrededor. Mis huesos andan entumecidos, así que quiero un poco de entrenamiento antes de hacerles caer (no a mis huesos, sino a mis objetivos).

Le explico, entonces, en qué consiste el juego: Se llama escondite. Sí, no soy tonto, la mayoría lo conocéis, ¡lo practican incluso los estúpidos muggles! Pensé que era lo apropiado, ya que al parecer os entusiasman los muggles y sangresucias. Pero mis reglas son diferentes a las convencionales: En vez de contar hasta cien, os daré seis días, ciento cuarenta y cuatro horas justas para que me encontréis. El plazo terminará a las doce de la mañana del próximo Sábado. Para que veáis que tengo buenas intenciones, dejaré que el Ministerio de Magia ayude en la búsqueda, así como la Orden del Fénix.

Si no logran encontrarme – que es, y no es arrogancia, bastante probable- las personas de la lista que adjunto deben asistir al partido de quidditch, y mataré a una. Eliminado uno, quedarán el resto. Les volveré a dar otra semana, y si continúan sin dar con mi paradero, volveré a matar. El patrón se repetirá una y otra vez hasta que no quede nadie del listado en pie. ¿Sencillo? Creo que sí. ¿Sádico? No voy a negar lo evidente, pero la cárcel –y por ende, usted y toda la comunidad mágica- es la culpable.

Oh, pero qué estúpido soy, se me olvidaba lo más importante, ¡el listado! Bien, y los elegidos para el juego son:

- Draco Malfoy.
- Narcisa Malfoy.
- Theodore Nott.
- Blaise Zabinni.
- Diandra y Rufus Kóstov.
- Alexandra Parkinson.

Antes de comenzar el juego, hay que dejar bien claro un asunto: Quiero hacerles sufrir. Por ello, me agrada informar que si en un plazo de veinticuatro horas Draco y el señor Zabinni no rompen sus respectivas relaciones con Astoria Greengrass y la sangresucia de Granger, ambas entrarán automáticamente dentro del listado. Dejaré que el matrimonio Kóstov permanezca unido siempre y cuando no vivan juntos. Lo sé, soy un blando redomado. También permitiré que mi esposa, Narcisa Malfoy, no acuda a ninguna de las citas previamente señaladas, pues me será de todos modos sencillo acabar con su vida estando tan enferma. No intentéis darle sentido a mis palabras, son mis deseos y los acataréis o cargaréis con muertes ajenas en la espalda el resto de vuestra vida.

Si por algún casual los apuntados en la lista evitan ir al partido de Quidditch, organizaré una masacre. Si no se atienen a las normas establecidas, ordenaré una masacre. Si ésta lista –o pergamino- ve la luz en algún periódico, organizaré una masacre. Si tienen la osadía de huir mientras puedan, lo siento, organizaré una masacre. ¡Estoy tan sediento de sangre!


¡Que comience el juego!

********

PVO Draco

Desde mi más tierna infancia madre me instruyó en el arte de hacer listas de propósitos. Cada seis meses aproximadamente, Narcisa Malfoy tomaba asiento a mi lado para ayudarme a enumerar, una por una, una serie de metas que tenía que llevar a cabo en los próximos tiempos. Generalmente la realización de las famosas listas coincidía con las vacaciones de verano y Navidad, justo antes de mi regreso a Hogwarts. No me entusiasmaba demasiado, es más, si madre se hubiera tomado la molestia de pedirme mi sincera opinión, le hubiera recomendado algo un poco más acorde con mi edad, como jugar al quidditch o visitar Zonko. Claro que a Narcisa Malfoy nadie le contradecía, ni siquiera su propio hijo.

Quizá fuera por rutina, o tal vez por recordar los viejos tiempos, el caso es que en la actualidad seguía conservando la manía de realizar listas dos veces al año. Madre continuaba sentándose conmigo en el despacho de Lucius, charlando, conversando y dándome su experta opinión sobre cada palabra que escribía en el listado.

Hace escasamente un mes que hice el último, y resaltaré que madre se sintió sumamente orgullosa al contemplarlo. Llegar a ser directivo de la corporación Greengrass, ser admitido en el Winzegamot o incluso asistir a los Europeos de quidditch formaban parte de aquel listado interminable.

Sin embargo, después de que Shacklebolt leyera por segunda vez el pergamino que Lucius Malfoy había enviado, estaba claro que tendría que añadir un “Salvar mi pellejo a toda costa junto al de Narcisa” como un propósito primordial, indiscutiblemente.

Pura diversión.

- No podéis negar que a macabro no le gana nadie. ¡Maldito cabrón!, ni el Señor Tenebroso era tan retorcido.

Las palabras procedían de la boca de Theo, pero comentó en voz alta lo que a la mayoría de mis amigos se les pasaba por la cabeza, así que tanto Blaise, como Diandra, e incluso Rufus Kóstov asintieron con gravedad.

- Vamos a morir – sentenció Pansy, cobijada entre los enormes brazos de Nott, como si fueran el mejor refugio del mundo. A su lado se había posicionado Lunática Lovegood, que le daba suaves palmaditas en la espalda mientras le susurraba palabras de consuelo.

- Tenemos que huir, ahora, no hay tiempo que perder – Diandra sujetó la manga de su esposo, los ojos oscuros llenos de terror.

- No pienso irrme de éste mundo sin lucharr – exclamó Rufus Kóstov sacando pecho y dando un paso hacia delante – Nunca he sido un cobarrde.

- No es el mejor momento para sacar a relucir tu valentía, Rufus – masculló la mujer, frunciendo el ceño con enfado – Si Lucius busca venganza, nada le detendrá – me observó unos instantes, y pude leer lástima en ellos. – Incluso Draco y Narcissa forman parte de la lista.

- Os ayudaremos – todos giramos a una cuando Granger, Miss Pelo de Rata, habló. Mantenía su brazo alrededor de Zabinni, acongojada, pero su voz sonaba determinada – La Orden del Fénix os protegerá mientras el departamento de aurores se encarga de buscar a Lucius. – sus ojos se clavaron en Shacklebolt, provocadores y fieros – Porque vamos a ayudarlos, ¿verdad?

- Por supuesto – convino el hombre, suspirando con tristeza – Pero aún no tenemos un plan factible – vaya, al menos era sincero – De momento vamos a poneros guardias a cada uno. Lucius dice que no va a dar señales de vida en una semana, pero teniendo en cuenta los antecedentes…

- Está mintiendo – declaré, tomando voz y voto por primera vez seriamente desde que llegaron a mi casa los esbirros del Ministerio y a madre casi le da un ataque cardíaco – Si no tuviera preparada una trampa para nosotros, no dejaría sus intenciones al descubierto. Lucius nunca va de frente, le encanta eso de atacar por la retaguardia.

- Draco – intervino Blaise –. Dice bien claro que busca venganza, nada en contra del Ministerio…

- ¡Vamos, Zabinni! – le grité, contrayendo el rostro en una mueca indignada – Lo conoces desde que naciste, sabes que no estaría haciendo esto si no tuviera un fin poderoso, ¿una vendetta? Puede, pero, ¿qué hará luego si, en el peor de los casos, nos mata a todos? – silencio, sólo silencio – Exacto, irá a por el resto de la comunidad mágica, sediento de poder y gloria, como siempre.

- ¿Y qué propones? – preguntó Potter, sus ojos verdes centelleando tras los cristales de las gafas – Tú lo conoces mejor que nosotros, después de todo es tu padre.

- No lo llames así – apunté. Cuánto hubiese deseado tener la libertad de lanzarle un Cruciatus allí mismo, frente a las narices de todos aquellos hipócritas defensores de la paz – Y además, ¿qué te importa? –barrí de un vistazo la sala - ¿Qué os importa? Todos sabemos que estáis en esto únicamente para quedar bien ante El Profeta y la Comunidad Mágica, porque si Lucius Malfoy está libre, es culpa vuestra. Nos os importa que caigamos uno a uno como moscas, simplemente queréis…

- Será mejor que calles si sabes lo que te conviene – Weasley padre se había materializado frente a mí, una masa de carne, calvicie y largura en todo su esplendor. Señor Comadreja al rescate. Alcé el mentón, con orgullo y desafiándolo en silencio – Te has librado una vez de Azkaban, Malfoy, pero si tienes algo que ver con la fuga de tu padre nadie intercederá por ti esta vez.

- Yo no sé nada – repetí, apretando los puños con indignación.

Me estaba controlando, a decir verdad demasiado, y no era exactamente por respeto a ellos, sino porque ahora mismo necesitaba utilizarlos en mi favor, al menos para que protegieran a mi madre el tiempo suficiente como para deshacerme de Lucius.

Morir era toda una aventura que estaba dispuesto a experimentar siempre y cuando ella saliera ilesa. Había sufrido demasiado por mí una vez, no iba a permitir que hubiese una segunda.

- Lo que no entiendo es el final de la nota, ¿en qué le aventaja que su hijo y Zabinni rompan sus relaciones?

Era Neville Longbottom, el gordinflón Griffyndor que ahora ocupaba el puesto de profesor de Herbología en Hogwarts. Joder, la educación mágica caía en picado a pasos agigantados. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Un Elfo Doméstico impartiendo Pociones?

- Para desprestigiarnos – aclaré -. Por mucho que intentéis esconder la noticia, El Profeta dará con la verdad, y si esto coincide con la ruptura de mi compromiso y las calabazas de Blaise, la Comunidad Mágica creerá que lo hicimos para unirnos a Lucius en su objetivo de alzar de nuevo el poder oscuro. Ya sabéis… - dejé el resto en el aire, como si fuera de lo más lógico. Luego observé en derredor, pero nadie me estaba siguiendo – Intenta aislarnos del resto, que nos veáis como una amenaza.

- Tendría bastante sentido – ahí estaba Granger, con su voz de sabihonda suprema. Y pensar que ayer mismo estaba llorando a moco tendido en su casa mientras yo la consolaba… bueno, realmente no la consolaba, simplemente quería que se callara. Caput. - Pero aún no hemos resuelto la principal cuestión, ¿qué vamos a hacer? Creo que deberíamos poner dos magos en vez de uno para vigilar. A más seguridad, menos sangre.

- Magos custodiando noche y día a una sola persona es llamar demasiado la atención, Hermione, incluso un tonto sabe que no se vigila a alguien por gusto – replicó Mundungus Fletcher, un tipejo resbaladizo que se me antojaba fuera de lugar en esa reunión.

- No hay otro modo – exclamó Comadreja, balanceando la carta de un lado a otro – Lucius está seguro que no le encontraremos antes del sábado, tanto así que nos ha dado margen para hacer lo que nos plazca con ellos – el “ellos” éramos nosotros, no cabía duda cuando estrechó sus ojos azules, convirtiéndolo en dos pequeñas rendijas. Ah, sí, esa mirada iba dirigida exclusivamente para mí – Porque tú no sabrás, por casualidad, dónde se esconde tu padre, ¿me equivoco, Malfoy?

- Deja ya tus insinuaciones, Weasley y dilo de una vez: No te fías de mí.

- De acuerdo – convino – No me fío de ti, ni lo hice nunca, ni siquiera cuando escapaste de estar entre rejas una temporada. Aunque las investigaciones aseguran que no has tenido nada que ver, yo sigo pensando que lo sabías y no hiciste nada por evitarlo. Eso te convierte en cómplice de un asesino.

Iba a defenderme, lo juro, pero un torbellino de cabello negro pasó junto a mí, levantando una suave brisa con aroma a fresa. Lo siguiente que vi fue a Pansy frente por frente de Weasley, su mano alzándose con furia, y un sonoro ¡Plaf! que resonó en el despacho. No me caí al suelo porque guardé la compostura a tiempo.

- ¡Cómo puedes…! – le gritó, y vi que de nuevo estaba llorando - ¡Cómo puedes pensar eso después de todo lo que te conté ayer, de lo que sabes de mí, de mi vida y mis amigos! ¿Quién te crees que eres para juzgarnos como lo has hecho hasta ahora?

Los presentes contuvimos el aliento, algunos desconcertados y otros con la diversión dibujada en sus rostros, me incluyo entre ellos. Oh, ¡daría mi vida por repetir la escena y la cara de atontado de Weasley! El muy imbécil se había quedado sin habla –bueno, no le culpo. Lo increíble es que se mantuviera en pie después del zarpazo propinado por mi “gata” favorita-.

Comadreja tenía los ojos azules bien abiertos, asemejándose a un pez boqueando fuera del agua; la boca temblaba por el shock, y la mejilla izquierda roja y palpitante, con las marcas visibles de los cinco dedos de Pansy como un tatuaje.

La escena de mi vida.

- Si no lo veo, no lo creo – dijo Nott, pasándose una mano nerviosa por el cabello - ¿Desde cuando Pansy se toma tantas confianzas con ese?

- ¿Y a ti qué te importa? – le espetó la loca de Lovegood a su lado, frunciendo el ceño.

- ¿Y a ti qué te importa que me importe? – replicó Theo, cruzándose de brazos.

- No es el momento para una riña de enamorados – les increpó Diandra, su cabello castaño estaba sujeto en un rodete, pero se le habían escapado algunos mechones. Bufó de indignación cuando se fijó en Lovegood de nuevo – Por favor, Theo, creía que tenías mejor gusto.

Para qué negarlo: Yo también.

- No es mi novia.

Anda, una preocupación menos que añadir al saco.

- Más quisieras – resolló Lunática, desviando la mirada hacia el otro lado – Ni un Burbertúculo de los Andes me haría caer a tus pies.

- ¿Un qué? – preguntó Rufus, uniéndose a la discusión.

- No le hagas caso – le dijo Theo, espiando la reacción de Lunática de reojo – Se inventa animales por el simple gusto de llamar la atención.

- ¡Retira eso! – exclamó Lovegood, desenfundando su varita y puntando a la cabeza de Nott.

- ¡Oh, por favor! – se metió Blaise, poniendo los ojos en blanco – Iros a un Motel y practicar sexo como conejos. Cuando bajéis dos niveles vuestra tensión sexual, volvéis y empezaremos a trazar un plan.

- ¡Cállate! – gritaron Theo y Lunática a la vez, dándose rápidamente la espalda.

- Debemos centrarnos – llamó Shacklebolt, aún pasmado por el bofetón de Pansy y la discusión de Theo. Carraspeó sonoramente, y creí vislumbrar un atisbo de incomodidad en sus torpes movimientos – Bien, la cosa está así: Pondremos a un mago, uno solo –recalcó- perteneciente a la Orden para vigilar a cada objetivo, mientras el resto intentamos averiguar dónde diablos se metió Lucius. Siento tener que decir esto, pero es mejor que, tanto el señor Malfoy como Zabinni, hagan públicas sus rupturas. Sobra decir que no podrán mantener contacto, ni por carta y mucho menos físico, con la señorita Granger y la señorita Greengrass – Uff, Astoria iba a matarme. Literalmente. El ex auror recorrió los rostros de la sala uno a uno, solemne y más serio que nunca –. Como veo que muchos de vosotros os conocéis, no será difícil emparejaros. Zabinni será vigilado por Harry, Ron se ocupará de la señorita Parkinson.

- ¡Está de guasa! - le interrumpió Pansy, mutando su piel de un pálido enfermizo al púrpura en dos segundos - ¡No pienso convivir una semana con éste degenerado!

- ¿A quién llamas degenerado, banshee? – se burló Weasley. Bien, si yo estuviera en su pellejo, temería por mis órganos masculinos y la integridad de éstos.

- Mirad, sé que os resulta complicado aguantaros – les dijo Shacklebolt – Pero todos saben la animadversión que os profesáis, razón de más para que Lucius no imagine que es Weasley quién se ocupa de su bienestar. Si le atacan, Parkinson, se esperaría a la señorita Granger, o a Lovegood, o a Ginny, pues son sus amigas. Nadie en su sano juicio imaginará que se trata de Ron, eso nos da cierto margen de ventaja.

- Podría ponerme con otro – refunfuñó Pansy, cabezota como ella sola. Señaló a Neville - ¿Qué me dice de Logbottom?

El implicado palideció al instante, temblando como gelatina.

- Hannah me mata si aparezco con ella, y luego le mata a usted, Señor Ministro, por obligarme.

No lo puse en duda ni por un segundo. Con lo gorda que estaba Abbot y sus hormonas revolucionadas, capaz de mutar en loba en menos que tardas en decir quidditch. Shacklebolt tuvo que imaginárselo también, porque negó con la cabeza.

- Ron cuidará de de ti – y lo dijo tan tajantemente que no dio a más para discutir, por lo que Pansy simplemente bufó, lo que daba a entender entre líneas que se lo haría pasar lo peor que pudiera a la Comadreja. Bien por ella. – Los Kóstov estarán a cargo de Molly y Arthur. El señor Nott será custodiado por la señorita Lovegood.

- Esa decisión puede clasificarse como homicidio con grado de tentativa – señaló Theo, disgustado.

- Pues así se ahorra Lucius el trabajo – rezongó Lunática, y tuve que admitir que los tenía bien puestos la muy chalada.

- Narcisa Malfoy estará a cargo de Hermione Granger – añadió Shacklebolt, y casi me caigo al suelo del síncope que me dio.

- Granger no está capacitada para este trabajo – argumenté – Además, trabaja en el Ministerio, no puede vigilar a mi madre estando en el trabajo.

- Le daremos vacaciones - contraatacó. Maldito bastardo.

- Es mi madre, y yo digo que no.

- Vale – concedió, y me dedicó una sonrisa de suficiencia, como si hubiera ganado una batalla – Entonces, se ocupará de usted.

- ¿Qué?

- ¡No pienso ocuparme de él! – exclamó la aludida, temblando de cólera.

- Entonces te ocuparás de los dos, junto con Ginny.

- ¡Tengo entrenamiento! – la pelirroja se adelantó unos pasos, posicionándose al lado de su fiel Rata de Biblioteca. Tal para cual.

- Pues practicarás menos. Y ahora, podemos retirarnos todos. Buenos y días y que tengan un feliz domingo – y así zanjó Shacklebolt la cuestión.

Definitivamente ese hombre era peor que Lucius, lo mires por dónde lo mires.

Nuevo objetivo añadido a mi lista: Sobrevivir a Granger.

¿Quién dijo miedo?

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El siguiente capítulo lo colgaré la siguiente semana. Está empezado, pero aún así todavía le falta.

Se acepta de todo menos virus, ya sabéis ^^.

¡Besos!

2 comentarios:

  1. que chevere xfin el tan esperado cap millon de gracias y espero el otro bay cuidate

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  2. OMG! Malfoy volvió para vengarse!!!!! que tierno Draco, guarda el cariño para su madre xD...
    Qué buen juego se mandó este Lucius jajaaja

    Besos Shashiiii, espero el cap que viene!
    Ah! y gracias por los premios!!

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